UNA CRUZ Y SU VELETA
Las antañonas capillas y templos de San Miguel, lo mismos que sus sacristías, antesacristías y bajo de estas, sus sótanos, fueron en épocas pasadas, como en el presente, espacios donde en los primeros recibían el culto de los fieles, valiosas esculturas de los Santos, junto a ellas, hermosas pinturas salidas del pincel de prestigiados autores.
El sótano era un lugar digno de ser visitado. Allí en sus
recovecos se encontraban amontonados: piezas de retablos dorados, pinturas
deterioradas o esculturas rotas, reclinatorios hechos pedazos, ángeles sin
alas, sin olvidar gran variedad de candeleros y candelabros de latón y bronce
de diferentes estilos y tamaños.
En la actualidad, prácticamente estos lugares han
desaparecido, porque el tiempo no está como para desechar objetos que puedan
ser restaurados. Ahora estos espacios, cuando los hay, han sido destinados para
guardar aquellos objetos religiosos de uso, tal vez en las grandes festividades
anuales de la iglesia o capilla.
En un lugar como estos, se inicia nuestra historia,
cuando el R.P. J. Socorro Govea, uno de los últimos capellanes de la Santa Casa
de Loreto, descubrió una formidable Santa Cruz de hierro forjado de más de dos
metros de altura.
Después de observarla cuidadosamente, como buen cronista
de la Congregación del Oratorio, cayó en cuenta de que se trataba de una
autentica reliquia histórica para la ciudad de San Miguel de Allende, era ni
más ni menos que la antigua cruz que remataba la torre más alta del templo
parroquial. Aquella que se levantaba al lado oriente, cuando dicho pórtico
tenía dos torres que simbolizaban los brazos en imploración a Dios, y que, en
el año de 1880, don Zeferino Gutiérrez destruyera para construir el actual pórtico
pseudo gótico.
La primera pregunta que viene a nuestra mente, después de leer lo anterior es saber, ¿Por qué se encontró en este lugar un objeto perteneciente a la parroquia? El padre Govea nos aclara la duda: El señor cura de ese tiempo (1880) a cuyo cargo y responsabilidad encomendó la construcción del nuevo pórtico de la parroquia, el ilustre sanmiguelense don José María de Jesús Diez de Sollano, Obispo de León, fue el R.P. don José María Correa Pérez, de la Congregación del Oratorio, quien en esas fechas también desempeñaba el puesto de Capellán de la Santa Casa. Como buen sanmiguelense, añade quien esto escribe, procuró que no se perdiera aquella cruz que airosa se levantara durante varias centurias en el templo máximo de la ciudad.
La primitiva y definitiva iglesia parroquial fue
terminada en los años comprendidos entre 1680-1690. Cincuenta años después
tenemos el testimonio del Obispo de Valladolid don Francisco P. Matos Coronado,
quien en el año 1743 escribe: “…puedo testificar que después de perfecta la
iglesia y sacristía y no habiendo sitio en que extenderse… se empezó y acabo
otra torre, desigual a la que se había hecho primero…” (Francisco de la Maza).
Sorprende aún a primera vista esta imponente Santa Cruz.
Esta trabajada a mano en toda su estructura. Formada por cuatro secciones de
varilla forjada a martillo, lo cual se denota por sus irregularidades a todo lo
largo de su extensión, especialmente en el barretón vertical. Los travesaños se
cruzan en el mismo centro constituido por un círculo y en torno a este,
aparecen remachadas cada una de las letras que formal el lema de la lucha del
Arcángel San Miguel: ¡QUIEN COMO DIOS!
Y es aquí donde aparece una de las pruebas de la
antigüedad de la cruz. Este lema que aquí encontramos naturalmente escrito en
latín se ha plasmado en el estandarte de San Miguel, por los pintores y
escultores desde mediados del siglo XVIII con estas tres palabras: QUIS UT
DEUS.
En esta cruz se reproduce en vetustas letras de hierro en
la forma como se acostumbraba representar el lema de fidelidad angélica en
tiempos anteriores, formado por cuatro palabras que incluía a manera de
redundancia el adverbio SIC, que significa así, de este modo.
Este detalle o característica nos revela un amplio
conocimiento de la lengua latina, es decir, nos sugiere que el autor del diseño
de esta cruz debió ser un sacerdote, de allá por fines del siglo XVII y principios
del siglo XVIII.
QUIS SIC UT DEUS, son las palabras formadas en hierro, y
que en castellano significan ¡Quien como Dios!
Además, tienen varios detalles característicos de su
tiempo dignos de resaltar: en torno al círculo central están distribuidas las
tres palabras: QUIS SIC UT, y dentro del círculo, aparece la palabra DEUS, pero
haciendo patente su antigüedad ya que la letra “E” está dentro de la letra “D”,
cómo se usaba hace siglos. En los extremos de los tres brazos superiores
aparecen tres estrellas estilizadas y muy pesadas, tomando en cuenta el lugar
en que están colocadas.
Francamente pensamos que estos adornos sean agregados
posteriores, tomando en cuenta que nuestros antepasados arquitectos, herreros o
albañiles calculaban con esmero peso, altura, extensión y presión del aire, en
todos aquellos objetos que estarían en el exterior de un edificio, además, se
ven demasiado bien conservadas y perfectamente hechas como para que tengan
alrededor de 300 años y que en una fragua de ese tiempo las hicieran tan
semejantes una de otras. Ojalá algún día se puedan observar más de cerca y con
mayor detenimiento. La antigüedad y deterioro que presenta la veleta es
sorprendente, propio de un objeto que estuvo muchos años a la intemperie.
Buscando otras cruces en las torres o cúpulas de nuestra
ciudad que tuvieran una forma similar, esto es, un círculo en el centro de sus
brazos, solamente encontré cuatro parecidas, una en la torre de la capilla del
calvario y la otra en la cúpula de la misma, en el santuario de Atotonilco, sin
olvidar que la tercera con estas características es precisamente la Cruz de la
torre de la Santa Casa de Loreto, y finalmente, la Santa Cruz de la Capilla de
San Miguel Viejo.
Veamos ahora el simbolismo de una torre parroquial o de
su campanario, simbolismo presente en la mente de sus constructores y
diseñadores, según los criterios de la época en que se erigió. La torre o
campanario parroquial es la atalaya que domina el pueblo y lo protege, es el elemento
principal alrededor del cual se organiza y vive la ciudad.
El círculo en el centro de la cruz es el símbolo que
recuerda “un inicio sin fin”, significa eternidad; y en esta cruz de que
hacemos referencia al lema del arcángel San Miguel nos lo recuerda: DIOS.
La veleta nos indica la dirección del viento, pero a ésta
se le ha caído y ha perdido la silueta del gallo, popular en las veletas
antiguas del templo principal, ya fuera parroquia o catedral, símbolo del animal
vigilante que despierta al pueblo para acercarse al templo a hacer oración.
El gallo es un animal solar, observa atentamente el
recorrido del sol, anuncia el amanecer y reúne a los fieles con su canto. Se le
coloca en ese sitio elevado, en la veleta de la cruz del campanario o de la torre,
desde donde domina pacíficamente a la ciudad.
Ahora entendemos mejor, lo interesante y valioso de ese objeto descubierto en la Santa Casa. Ojalá que algún día la visitéis en el salón que ocupa la galería de los Capellanes del lugar, y después de observarla, podáis comprobar lo que os he referido.
Nuestros agradecimientos a aquellos sanmiguelenses que
recogieron esta cruz hace más de cien años cuando fue construido el nuevo
pórtico parroquial. Gracias a quienes la conservaron y sobre todo, gracias a
quien una vez descubierta la ha puesto a nuestro alcance para conocerla y
admirarla. Sin olvidar que tenemos campanarios que perdieron o fueron
despojados de su cruz.
Ya que estamos tratando de una cruz que perdió su torre,
bien vale la pena que recordemos aquellas otras cruces que desde la cúspide de
las torres abren sus brazos, como símbolos de las creencias de la mayoría de
los habitantes de San Miguel y a aquellos campanarios que perdieron su cruz.
La torre del templo de San Francisco ostenta como remate
de su cupulín, una soberbia cruz patriarcal de doble brazos, la noble cruz de
Lorena, su forja representa una muestra de la herrería de fines del siglo
XVIII, está acompañada por una gigantesca veleta, que dada su altura, desde el
piso semeja un diminuto adorno metálico, fue colocada allí hace más de 200
(doscientos) años en 1799.
Si deseamos conocer una cruz barroca de hierro forjada a mano, con una antigüedad de más de 250 años, observemos la Santa Cruz de la pequeña torre de la Santa Casa de Loreto, que desde 1735 ostenta un excelente trabajo de los herreros sanmiguelenses de ese entonces. ¿Quién de nosotros se ha dado cuenta que en el centro de los brazos no hay un circulo sino una flor cuyos pétalos lobulados son rematados por cuatro flores de lís y en el centro aparecen las letras del monograma de María: entrelazadas M, A, V, R, prácticamente con pocas letras, todo un poema:
AVE MARIA MADRE
VIRGEN Y REINA.
La torre y la cúpula del templo del Oratorio poseen
sendas cruces latinas, antañonas a más no poder, 1714 es el año en que se terminó
la construcción del edificio e indudablemente la misma fecha de colocación de
las mismas. Lastima grande, que por la antigüedad natural de la lámina, la cruz
Oratoriana perdió su veleta en años recientes. Fue restituida en la
restauración de principios del siglo XXI.
El templo de la Tercera Orden de San Francisco posee una cruz latina, con flores de liz en sus extremos, así como su bien proporcionada veleta. Lo mismo podemos decir del templo de la Salud, en donde su domo o cúpula se engalana con una pequeña cruz y su correspondiente veleta. Para la Tercera Orden señalamos el año de 1713 y para la Salud 1737.
El templo de San Juan de Dios se enorgullece de dos
cruces, una en el campanario poniente y otra en su cúpula, ambas lucen adornos
barrocos, muy al gusto dieciochesco, sin que falte su imprescindible veleta en
cada una. Su fecha de erección 1770.
Una cruz que merece citarse, aunque no esté en una torre
de una capilla de la ciudad, es la hermosa cruz de San Miguel Viejo. Toda una
pieza de arte de la herrería rustica virreinal, posee como UNA CRUZ PARA CADA
TORRE Y PARA CADA CÚPULA; la que aquí estudiamos, en el centro de sus brazos un
círculo, además en sus extremos aparecen rústicas flores de liz, similares a
las flores heráldicas de la Tercera Orden, por si fuera poco, en medio de cada
brazo, es decir a los 45 grados del círculo central aparece un pequeño barretón
a manera de rayo o resplandor. Antigüedad, seguramente siglo XVIII.
La cruz de la parroquia de San Miguel Arcángel. Esta cruz
está hecha o estructurada en un tubo de hierro. El círculo del centro de sus
brazos se apoya sobre el cruce de los mismos. Este hecho hace posible que,
desde su colocación, entre los años 1936-1938 se instalaron en su perímetro
bombillas eléctricas.
Originalmente, cuando fue terminado el pórtico 1888-89,
esta Santa Cruz como su barandal fueron hechos de madera de mezquite y tal vez
por el deterioro natural de la materia de que estaban elaborada fueron
sustituidos. Encontramos fotografías fechadas en el mes de enero de 1938 en
donde aparece la torre parroquial con la cruz actual. (Cfr. Revista PROVINCIA,
Enero 1938).
Además de las cruces de hierro, arriba señaladas, existieron otras en las torres o cúpulas de la capillas de San Miguel, tanto en la zona urbana como en la rural, que han desaparecido, generalmente por obra de la ignorancia respecto al valor de nuestra herencia cultural o por la ambición de unos cuantos pesos, tales son los casos, entre otros, de la hermosa cruz de la capilla de los Siete Dolores de la Santísima Virgen del callejón de las Piedras Chinas y de la Garza. La esbelta y muy sencilla cruz latina de la capilla de la Ermita, que cuando se construyó un negocio junto a ella, esa cruz salió sobrando. Hemos observado en un bazar de nuestra ciudad, en fecha reciente, una o dos cruces de hierro, con sus veletas, su hechura rustica indican que se trata de cruces de capillas de antiguas haciendas o ranchos.
Para cerrar con broche de oro este estudio, fui a visitar
la capilla de indios del “Señor de la Piedad”, en la calle de Órganos y ¡Oh
sorpresa! en su pequeña torre, casi sin poderlo creer, esta una réplica en
pequeño de la cruz que estuvo en el templo parroquial, lo único que le falta es
el lema QUIS SIC UT DEUS, pero aquí encontramos el circulo en medio de sus
brazos, sus estrellas en cada uno de sus extremos, su vieja veleta y teniendo
además cuatro pequeñas barras ondulantes con la figura de un corazón en la base
de cada una, situadas o fijadas al círculo central, equidistantes con los
brazos de la cruz, y por si fuera poco, tiene ocho adornos fitomorfos cuajados
en lámina y colocados en pares, uno
frente a otro en cada brazo.
Extraordinario descubrimiento; que hace rectificar lo
anteriormente señalado: las estrellas de la cruz original de la vieja torre
parroquial si son auténticas, pues esta vieja cruz en una capilla de indios del
barrio del Cuerno, quiso reproducir en pequeño el símbolo de la entonces Villa
de San Miguel el Grande. ¡Comprobadlo por vosotros mismos! Cuanto se dice o se
escribe, cuando es de buena fe, no es asunto de creer sino acicate para
comprobación. ¡Conociendo más a SAN MIGUEL, lo apreciaremos mejor!
EL SECRETO DE LAS CRUCES
Las cruces que acabamos de describir, encierran en cada
uno de sus elementos que las forman, un significado. Lo que a simple vista
parecen adornos, caprichos del gusto del herrero que la forjó, son por el contrario,
mensajes simbólicos que el creyente de antaño captaba en toda su profundidad.
Consiste en un lenguaje plasmado en hierro que
frecuentemente nosotros ignoramos o no nos importa descifrar. Para comprender
lo anterior analicemos la cruz actual de la Parroquia de San Miguel Arcángel:
mira de frente hacia el norte, el plano de sus brazos se encuentra de oriente a
poniente, el círculo central representa el disco solar que metafóricamente nace en el oriente y para terminar
su recorrido diario en el poniente. Si en lugar de la actual cruz, ponemos a la
antigua, cuyo círculo central tiene inscrita la palabra DIOS, su mensaje está
claro: Dios, como el sol, da luz, calor y vida a la tierra y a todo lo creado,
y nos recuerda que en la cruz y por medio de la cruz, se realiza este milagro
constantemente. Las tres estrellas colocadas en forma triangular, una arriba y
otra en cada brazo, representan a la Santísima Trinidad, Dios Padre, Dios Hijo
y Dios Espíritu Santo.
La cruz de la torre de la Santa Casa tiene mayor número
de símbolos: Allí aparece el sol, representado por la flor central, también sus
radiaciones por las pequeñas flores de Liz colocadas en medio de cada brazo de
la cruz saliendo del imaginario disco solar en donde aparece el monograma de MARIA.
Aquí toda la cruz se convierte en un árbol de cuatro brazos llenos de hojas,
flores y de frutos.
Observemos detenidamente y los encontraremos en los
remates de sus extremos. Esta cruz parece simbolizar “el árbol de la vida” que
nace del centro de la cruz, de la azucena, de MARÍA, allí esta su monograma.
Los frutos de ese árbol son obra de la cruz que brotan desde su tronco,
hermosas frondosas plantas como María, quien dio a luz a Cristo el Redentor.
Esta cruz es una síntesis del Árbol de Jesé.
La cruz de la capilla del Señor de la Piedad tiene
mayores símbolos: tiene al sol con sus flameantes rayos, los hierros ondulantes
nos lo indican. Esas emanaciones que dan al hombre luz, calor y vida tienen su
origen en el amor, pues en la base de cada varilla ondulada y remachada al
disco solar, encontramos la cuádruple silueta de un corazón.
Las figuras fijadas en los brazos de la cruz en forma de
flores nos dan la sensación de un imaginario y potente viento y que las moviera
en sentido contrario permaneciendo una frente a otra. Esta es la representación
barroca de la Cruz de Cristo, como signo de contradicción. Ante ella no podemos
ser indiferentes. Surge la oposición, la división, fieles o infieles, creyentes
o no creyentes; pero clavados en la tierra vivimos juntos, recordándonos que el
sol-Dios, diariamente da la luz, calor y vida a todos: buenos o malos, sin
distinción.
La veleta siempre presente, simboliza el rumbo de la
vida, la dirección con que nos lleva el viento en cada momento, a favor o en
contra del viento. A favor de nosotros o en contra de nosotros mismos. ¿Poesía?
¡No! Simplemente simbología o como dirían los modernos: mensajes subliminales.
Fuente:
José Cornelio López Espinosa,
Monografía de San Miguel de Allende
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