LA SANTA ESCUELA DE CRISTO.
“Misericordia quiero y no sacrificios” (Mt 9, 13) es una “invitación” que hace Jesús para que se analice de parte de los fariseos que reclaman el por qué comer con los pecadores. Es algo que no debemos olvidar sobre todo en este tiempo de Cuaresma y Semana Santa. No pensar que basta con mirar o participar en alguno de los muchos actos extralitúrgicos que se celebran en nuestra ciudad. Pero como el objetivo de estas líneas es el mostrar algo de la riqueza de nuestras tradiciones semanasanteras quede lo primero como una premisa solamente. Es el siglo XVIII el tiempo de mayor producción del sincretismo religioso creado por las órdenes coadyuvantes en la conquista española. Se levantan entonces templos y palacios y nacen o se fortalecen las más caras prácticas espirituales.
Desde su llegada a la nueva
Congregación oratoriana el bachiller Luis Felipe Neri de Alfaro dió muestras de
un misticismo muy acendrado. Y recién ordenado sacerdote se integra en la
formación religiosa de la comunidad. Para 1735 le encontramos trabajando para
mejorar, desde los cimientos, la capilla de Nuestra Señora de la Salud, que tiene
ya más de tres siglos de haberse colocado la primera piedra, pero él aspira a
llevarla hasta la excelsitud y trabaja para conseguir que sea, como la vemos
hoy, una pequeña joya del tesoro artísticos de la villa.
El 26 de Febrero de 1653 fue fundada en España la primera Escuela de Cristo, en el Hospital de los Italianos en Madrid, merced al celo apostólico del virtuoso sacerdote italiano Juan Bautista Feruzo, que desempeñaba el cargo de administrador de dicho hospital. Más tarde llegaría a ser obispo de Triventino, en Nápoles. En 1646 el mismo P. Feruzo ya había iniciado en el mismo lugar las prácticas de la Escuela de Cristo, reuniendo seglares, pero no se consolida hasta el referido año de 1653.
Sus Constituciones fueron
aprobadas por el Cardenal Arzobispo de Toledo D. Baltasar Moscoso y Sandoval,
el 17 de Marzo de 1656; aprobadas a su vez por el Pontífice Alejandro VII el 10
de Abril de 1665, y confirmadas por Clemente IX el 12 de Julio del año 1669.
Las Escuelas de Cristo deben su primitivo esplendor, su dinámica y expansión
por todos los confines de la Tierra, al talento y virtudes del D. Juan de
Palafox y Mendoza (1600-1659), obispo de Osma (Soria), anteriormente de Puebla
de los Ángeles y Virrey de Méjico y al que las Escuelas reunidas en
Congregación General con motivo del III Centenario de la Fundación de la
“Escuela Madre” declararon cofundador del Instituto.
A las diferentes Escuelas de Cristo, atentas a la perfección interior de sus miembros, han pertenecido en el curso de los tiempos personalidades de todos los estados y condiciones sociales. Destacan entre ellos: San Antonio Mª Claret, San Andrés Humberto Fournet; varios hermanos han sido también reconocidos por la Iglesia: Beato Nicolás Mª Alberca, Beato Diego José de Cádiz, Beato Juan Alcober, Beato Juan de Palafox y Mendoza; venerables en proceso de beatificación se encuentran numerosos hermanos como: Antonio Alonso Bermejo, Francisco Castillo, y, entre otros más el también venerable Luis Felipe Neri de Alfaro.
La fundación de la Hermandad de la Santa Escuela de Cristo fue autorizada en 1742 por el obispo de Valladolid Don Francisco de P. Matos y Coronado. En esta empresa le acompaña el, también oratoriano, Padre Martín Zamudio. En el Santuario de Jesús Nazareno con puerta hacia la calle dejó casi terminado el oratorio de la Santa Escuela.
Ramón de la Campa señala que esta
institución hay que inscribirla en la corriente espiritual iniciada por San
Felipe Neri en Roma con los oratorios para seglares. Padre y Patrono de las
Escuelas de Cristo se le considera al fundador de esta congregación que agrega
a sus distintas prácticas religiosas este instituto de perfección cristiana en
la vida secular que dentro de sus estatutos tenía número limitado de
integrantes a 72 (por ser los discípulos enviados por Jesucristo); de llegar a
rebasarse la cantidad se debía fundar una nueva Escuela.
Para llegar a esta perfección
cristiana, aparte de imponer a sus hermanos llevar una vida coherente y un
espíritu de oración, se realizan ejercicios colectivos semanales, presididos
por el Padre Obediencia, director espiritual y presidente de la Escuela de
Cristo. En estas prácticas, se hacen invocaciones iniciales y un acto
penitencial con bendición con el hisopo. A continuación, y con el oratorio
iluminado sólo por velas, se realiza una meditación que incluye media hora de
oración mental sobre el evangelio leído en la misa del domingo anterior y, con
las luces encendidas, una lectura de la Pasión con todos los hermanos
arrodillados con los brazos en cruz. Unas oraciones ponen el punto y final a
más de una hora de meditación semanal.
José Antonio Martínez, comenta: La Santa Escuela de Cristo es la rama
penitencial de la Cofradía de la Virgen del Rosario. Orgánicamente depende de
esta Cofradía. En los estatutos de la Cofradía de la Virgen del Rosario hay un
apartado en el que se refiere a la Santa Escuela de Cristo, donde se
especifican qué requisitos se exigen para ser miembro de la Santa Escuela de
Cristo, cómo se nombra al Hermano Mayor y cuáles son las atribuciones.
Para tener un oratorio en donde
reunirse restauró el padre Alfaro la iglesia de San Rafael la que sirvió a la
Hermandad de 1743 a 1776, salvo el periodo de 1756 a 1765 cuando el templo fue
acondicionado para ser utilizado por las monjas concepcionistas mientras
terminaban su convento. Esta es la razón por la que hasta el día de hoy se
conoce a dicho templo como la Santa Escuela.
Don Donato Almanza compartía
varios recuerdos de su experiencia como cofrade: que tenían, como propósito
importante, la visita a los hospitales y cárceles y la atención a los hermanos
enfermos; que los dos lucernarios del templo de San Rafael, uno de forma
circular, representa en la mente del P. Alfaro, la redondez de la tierra y otro
cruciforme, representando la Redención (López Espinosa, 2010). Durante estas
prácticas se situaban dos cráneos a los pies del altar, con dos tibias
dispuestas en forma de cruz. Esto era así porque durante el ejercicio había
disciplina. Los hermanos se desvestían —motivo por el cual no podían pertenecer
las mujeres a la Escuela de Cristo— y, durante el canto del miserere, se
flagelaban. Y eran los Vía Crucis una actividad sustancial.
Uno de los rasgos característicos
de la Escuela de Cristo era el de mantenerse oculta y en la intimidad. Consta
la directiva de un presidente o Padre Obediencia que siempre es un sacerdote,
dos diputados (o consejeros), un delegado de altar y otro de puerta (como
diputado mayor de gobierno). Durante el recorrido procesional se les distingue
por su atuendo blanco, corona de espinas, lazo y disciplina.
Don Cornelio López considera que
el mayor esplendor de esta Hermandad fue a partir de cuando los cofrades
regresan al templo de San Rafael. Es entonces cuando se abre la puerta lateral
donde alguna vez estuvo el retablo de San Antonio Abad (imagen del siglo
XVI-XVII) y actualmente está la capilla de la Virgen de la Saleta. Es por esa
puerta por donde salen las procesiones que hoy tanta devoción conserva: el Vía
Crucis público y Santo Encuentro, donde los principales participantes eran los
cofrades de esta Hermandad.
María de los Ángeles Correa,
citada por don Pepe López, dice: “Todos
los Viernes de la Cuaresma, mi madre acostumbraba rezar el vía crucis al aire
libre, siguiendo las catorce estaciones marcadas por las hornacinas de cantera
rosa; la primera hornacina estaba en la casa número 5 de la plazuela de San
Francisco (…) yo acompañaba a mi madre (...) el recorrido terminaba dando
vuelta por Mesones cuesta arriba, en la Capillita del Calvario…”
Don Rafael Gallardo, en su texto de “Prácticas piadosas de la cuaresma
y semana santa en San Miguel de Allende” escrito en 1865 explica: “El Martes santo, sale la procesión de la
parroquia y llevan la imagen de San Roque, lo acompañan algunas Señoras de las
principales familias con candelas en la mano. Salen en esta procesión, el Señor
del Socorro, imagen del Nazareno. El Señor de la Columna conocido por Del
Campanero, el Señor de los atribulados y otras imágenes.
El lector extrañará, por qué siendo estas procesiones de pasión, salen
imágenes como San Roque, la razón es, porque las cofradías de este y otros
santos las fundaron en este lugar y hacían los gastos más principales”.
El Padre Mercadillo y don Félix
Luna no coinciden en el recorrido, el primero dice: “Bien sabido es que, a su devoción a la Sagrada Pasión de Nuestro Señor
Jesucristo, se debe el Vía Crucis construido y colocado desde el templo de la
Santa Escuela hasta el templo del Calvario (…) y que aún existen los nichos de
cantera labrada con sus respectivas cruces por las calles de la ciudad. Y
el segundo menciona las calles: Correo,
Corregidora, Juárez, Mesones, Núñez y Pedro Vargas. Después, con las leyes
de reforma, se produce una pausa en la villa, la que habrá de encontrar la
oportunidad de renacimiento durante el Porfiriato a iniciativa de los frailes
Franciscanos.
Don Franco Barajas, dice: “…amanecía pesaroso el Viernes Santo. Damas
y caballeros vestían de luto y sus semblantes traslucían la congoja por la
prisión del Redentor… arremolinada la muchedumbre y, enseguida, la doliente
procesión instituida por el padre Alfaro, salía de la Santa Escuela para
terminar en el Oratorio, con ceremonias conmemorativas y conmovedoras… lo más
patético era el “Paso del Sacerdote”, también a iniciativa del padre Alfaro,
quien desde Atotonilco había cargado a cuestas una maciza cruz”. Por su
parte don Antonio Ruiz Valenzuela agrega a esta descripción: “…haciendo publica penitencia, con una soga
al cuello… daba tres caídas en rememoración de las que por nosotros sufrió el
Rey de Reyes”. El Lic. Leobino Zavala agrega a lo anterior: “…con una corona de espinas, que se le
introducían por la frente y bañaban su rostro en sangre…”
El Santo Encuentro ha tenido varios cambios a lo largo de los tiempos. El Padre Mercadillo los hacía sólo en el interior de la parroquia y más tarde se amplió al atrio. Sus sucesores incluyeron la explanada y a la fecha abarca varias calles más. En algún tiempo participó el Señor de la Conquista, durante muchos años lo hizo el Señor de la Columna y actualmente sólo lo hace el Señor Ecce Homo. Las demás imágenes son la Virgen de los Dolores de la Santa Escuela, Señor San Juan, la Verónica, María Cleofás. Los “pasos” representados por niños eran varios, pero a la muerte de doña Lola Hernández se han visto menguados. Durante tres décadas el Lic. Rubén Villasana fue el organizador de esta procesión con un grupo de personas más y en los últimos años se ha hecho cargo el Lic. Antonio Rayas.
Será hasta la llegada del padre Mercadillo cuando reviva el “Paso del Sacerdote” en esta procesión, y será hasta otra publicación en que podamos mencionar la otra procesión que tanto impresiona: el Santo Entierro”.
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