LA SANTA CRUZ
3 DE MAYO
Una hermosa costumbre, convertida en tradición, no solamente de San Miguel de Allende, sino en todo México, ha sido la presencia de la Santa Cruz en todos los ámbitos de su territorio. Esta devoción o mejor dicho, este culto al signo de la Redención tiene una explicación natural, tratándose de hogares, pueblos o ciudades profundamente cristianas.
Podemos afirmar sin temor a equivocarnos,
que tanto Fr. Juan como Fr. Bernardo, cuando levantaron sus humildes misiones,
el primero junto al río de la Laja y el segundo, en las colinas no muy lejanas
de los manantiales de Itzcuinapan, fue una Santa Cruz, el signo o símbolo que
remataban sus primeras capillas.
El primer barrio, en el nuevo San Miguel,
fue el barrio de la Santa Vera-Cruz Vieja, allá por el rumbo del tecolote, el
actual San José de la Montaña.
A la entrada de la villa de San Miguel el
Grande, se levantó la Santa Cruz del “Buen Viaje”, en donde el caminante se
encomendaba a Dios al emprender su marcha o en donde le daba gracias por llegar
“sano y salvo” a su destino.
Frente a la Misión, después Parroquia, se
erigió la “Cruz del humilladero”, en donde los fieles despojándose de sus
sombreros, inclinaban la frente, o se postraban de rodillas para orar frente a
la Santa Cruz, que airosa se levantaba en medio del atrio, que con el paso de
los años se fue transformando en camposanto.
San Miguel, situado en el camino de la
plata, también era parte de la ruta
seguida por malhechores, por lo mismo, las Autoridades representadas por la
famosa “Acordada” y sus rápidos métodos para eliminar delincuentes, hizo que
cerca de las garitas, a la orilla de los caminos reales, se levantaran las
celebres Cruces “del cuarto”. Lugares macabros, en donde se fijaba alguna parte
del cuerpo del ajusticiado, que podía ser, la cabeza, un pie, o el brazo
completo.
La Santa Cruz remataba las esquinas de las
calles, así como la mayoría de las hornacinas de las casas de los nobles y de
humildes vecinos.
Durante el siglo XVIII con el arribo de
familias procedentes de España o de la ciudad de México, muchas de los cuales
con rancio y noble abolengo, la Santa Cruz tomará la forma de la Cruz de
Lorena, o sea, la patriarcal Cruz de doble brazos y con flores de liz en sus
extremos, tal como la podemos encontrar en las vetustas casonas sanmiguelenses.
La Santa Cruz está presente, en la cúspide
de los cerros. En el cerro de Moctezuma, llamado en la antigüedad de San Judas,
poco después de 1767 se levantó una gigantesca Santa Cruz. Dice la tradición
que esto se hizo por recomendación de los R.P. Jesuitas procedentes de San Luis
de la Paz y de paso por la villa, camino al destierro decretado por Carlos III.
En la actualidad este lugar se conoce como el cerro de “Las Tres Cruces”.
Para recibir el siglo XX, a fines del año 1899, se construyó, por iniciativa del R.P. Fr. José Sánchez Primo de la Orden de Frailes Mayores (OFM), la “Santa Cruz del Pueblo”, ayudado por muchos sanmiguelenses y por el Queretano, Sr. don Antonio Rodríguez. Se bendijo en el mes de enero de 1901.
Esta Santa Cruz y su imponente panorama
fue la delicia de visitantes y pobladores de la villa y posteriormente, de la
ciudad. Lugar en donde se recreaban contemplando el horizonte, escudriñado el
paisaje urbano y los diferentes matices de las lejanas montañas y del inmenso
valle que se extiende a sus pies.
Un dato curioso lo representa la Santa
Cruz arriba señalada, porque una capilla que en la antigüedad allí se
encontraba, hace cien años se convirtió en monumento y la última que me
referiré, tuvo una historia inversa:
Por el año de 1946, en la loma, arriba del
arroyo de las cachinches, se construyó y bendijo por el capellán de San Juan de
Dios, un pequeño montículo, no mayor de dos metros, con su Santa Cruz en la
parte superior. En torno a ella nació y creció la actual colonia San Rafael y
el pequeño montículo lo convirtieron sus vecinos en la bella capilla de la
Santa Cruz.
Fuente:
Villa de San Miguel el Grande
José Cornelio López Espinosa
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