EL NAGUAL
El término nagual o nahual viene del náhuatl
(nahualli=bruja, entre los indígenas de origen azteca se le da al brujo,
hechicero concediéndole la capacidad de cambiar de forma por encantamiento,
según el diccionario de Mejicanismos de Francisco J. Santamaría.
Por su parte el Lic. Ignacio Reyes Retana
relata que un viaje a Guatemala presenció:
Una ceremonia en que resalta la figura de
lo que nosotros llamamos “el padrino en la tierra guanajuatense”, lo que los
mayas llaman el Nagual, que para ellos es un mediador en el inframundo, una
figura para las parejas, para el religioso y para los practicantes de su culto.
El nahual es una figura noble, pues se le reconoce como mediador para el bien,
sin duda así es concebido en el Popol Vu.
En general, los predicadores católicos,
las tradiciones y costumbres de esta religión católica, entre estos los
ejercicios espirituales de Atotonilco, el nahual no es precisamente el diablo,
pero si se cree que personifica una bestia medio humana, a veces coyote, otras,
lobo, pero siempre vistas como acercamiento del mal.
Como decía mi amigo Cirilo del rancho: “Pues mire Licenciado, yo sí he oído mentar mucho al nagual, aunque gracias a Dios nunca vi ninguno”. Yo estoy igual yo he oído muchos comentarios, pero tampoco nunca he visto nada que se le parezca; tan sólo cuando en el rancho desaparecían los pollos, los borregos o uno que otro becerro, corría la versión que había sido “El Nagual”, quien se los había llevado. Y he aquí que la conseja popular y todos por acá pensamos que “el Nagual”, no es sino una representación y significación de la maldad que le hace daño al hombre.
Y, así las cosas, la leyenda que me
contaron es que, en Atotonilco, en alguna ocasión, había un predicador que era tan
bueno, que cuando ya había llevado al penitente auditorio al clímax del temor
al mal, a la paz temerosa del arrepentimiento y en el momento del ardiente
deseo por quedar limpio de pecado, de sus malas acciones y dedicarse a vivir en
paz. Cuentan, ¡Vaya a saber usted si son mentiras!, que, no habiendo luz
eléctrica en la Casa de Ejercicios de Atotonilco, o por lo menos no la prendían,
los arrepentidos asistentes se encontraban en la penumbra, oyendo la fuerte voz
del predicador, cuyo argumento era sugestivo, docto en referencias, culto en su
relato. En ese momento justo aparecía kun bulto con apariencia media humana que
se columpiaba en lo alto, desde uno de los velos que había en el lugar y que
desde luego tenían una cuerda o reata por la que aquel ser se sostenía y se
columpiaba atemorizando a los pecadores.
Y así cuentan también que en una de esas
madrugadas o anocheceres se desprendió la reata y casi en el centro del salón
cayó el bulto, dándose un fuerte golpe ante la mirada atónita de los
feligreses, quienes atentos y doblemente azorados, pensaron que era el Nagual. Quizá,
indudablemente, pensaron en hacerle algún daño, pues la reacción inmediata de
sus reflejos fue capturarlo para lo cual estaban prestos según la mentalidad
del predicador. Éste salvó el momento con su hábil e inteligente, atinado o por
demás oportuno, gritó: ¡deteneos, no os acerquéis a la bestia, porque ésta
contagia su maldad, su maldad se pega!
Así, logró que todos se replegaran contra
las paredes, lejos del bulto, que, por la oscuridad, no se veía con claridad,
pero del cual tenían consciente su ubicación.
Y esto dio tiempo y margen a la “bestia”
para que corriera y desapareciera del lugar. Nada sucedió todo acabó con
felicidad, regocijo y una serie de comentarios en torno del suceso.
Debemos decir que entendemos que era una
objetivación o dramatización alusiva al nagual, figura resaltada por la alta
calidad oratoria y la persuasión del predicador que presionaban la mente del
ejercitante en unión de todas las circunstancias que favorecían su convicción
respecto de lo que estaba mal y su encuentro con la paz.
Esto que he relatado lo sé desde hace
muchos años, pero aun no he podido confirmar quien fue el predicador, tampoco
quien representaba al nagual, que sin duda se llevó el susto más grande de su
vida, o si todo se trataba de un cuento.
Fuentes:
Diccionario de Mejicanismos de Francisco
J. Santamaría.
San Miguel el Grande hoy de Allende de
José Ignacio Reyes Retana.
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