CAPILLAS DE INDIOS
Cuando sobreviene la Conquista, al
indígena le arrancan de cuajo su cultura, su religión, su lengua, sus mujeres,
sus hijos, pero no logran arrancarle su alma.
Los primeros misioneros que llegan, lo hacen con verdadero espíritu cristiano y tratan de consolar y sustituir las antiguas idolatrías con la imagen y enseñanzas de Cristo, ayudando también a los nativos a mejorar las terribles condiciones de vida a que habían sido reducidos. Para ello, fundan misiones y, después de ganar adeptos entre las tribus más pacíficas, se lanzan a regiones donde todavía merodean “chichimecas”, nombre genérico con el cual se llamaba a las belicosas tribus seminómadas que asaltaban a aquellos que transitaban por la “Ruta de la Plata”, paso obligado de las diligencias y recuas que traían los metales preciosos de las minas de Zacatecas y Guanajuato hacia la ciudad de México. En esta “ruta” quedó San Miguel.
El esplendor de la liturgia cristiana
impresiona y conmueve a los indígenas que pronto se acomodan a ella, pero
siempre tratan de incorporar elementos de su antigua religión, lo cual logran a
través de su prodigiosa sensibilidad y gracias a sus manos de artista. Así, hoy
vemos por todo México ejemplos de arte español, pero con un fuerte sello
indígena.
En San Miguel todavía podemos ver
muestras, desgraciadamente cada vez menos, de la fusión de esas dos culturas en
las que los naturales, a pesar del cruel sojuzgamiento a que fueron sometidos,
lograron plasmar, sus antiguas creencias en la nueva religión.
Las llamadas “capillas de indios” son un
ejemplo vivo de esta aserción, y en ellas podemos encontrar representaciones de
santos, cruces y otros elementos cristianos con influencias puramente
indígenas.
La autorización para construir estas
diminutas iglesias, también denominadas “calvarios de Conquista”, fue concedido
por Cédula Real a petición tanto de los jefes indígenas como de algunos
conquistadores españoles, para ayudar a someter religiosa y políticamente a
aquellos que no querían abandonar totalmente su milenaria religión.
En esas capillas, que los indígenas
sentían muy suyas, podían refugiarse para revivir sus antiguos ritos aun dentro
del catolicismo impuesto, y agregar los símbolos de la naturaleza que estaban
acostumbrados a adorar: el sol, la luna, el viento, la lluvia, las estrellas,
los animales, etc.
Allí, la cruz se convierte en el símbolo
más importante y por lo tanto la adoran y venera. Así, encontramos que dentro
de las capillas ocupa siempre el lugar primordial. Existen varios tipos de
cruces, todas ellas labradas a la manera indígena: una es de madera dorada con
la imagen Cristo al centro; otra tiene espejos, el sol, la luna, los símbolos
de la Pasión y, a sus pies, las almas del Purgatorio. Cabe hacer notar que el
espejo es muy importante en los cánones del arte indígena, ya que el dios
mexica Tezcatlipoca era un espejo humeante desde donde se contemplaba el
universo. Existen también otras cruces que son de madera pintada de negro y están
decoradas con los mismos símbolos.
Estas cruces se llevan a las iglesias para
decir oraciones por el alma de los muertos, que pueden ser las almas del
camposanto, la del sol, la de la luna. La del viento y hasta las de los
conquistadores, ya que hasta por estos últimos siguen rogando los indígenas.
La más importante entre las cruces es la
“cruz mayor”, que siempre está hecha de piedra, como si quisieran recordar que
las imágenes de sus antiguos dioses eran de ese material.
En las calles de San Miguel todavía se pueden encontrar numerosos “calvarios”, que son nichos en las paredes decorados con ofrendas florales, donde siempre hay una cruz y donde, aún hoy, el indígena llega, ora y medita antes de entrar a la capilla.
Texto: Sara Quintanilla.
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