La Octava de Corpus
Muchas de las tradiciones del pueblo
sanmigueleño fueron originadas por la presteza oratoriana quienes en medio de
su pobreza y de las grandes dificultades que enfrentaron desde sus inicios (ya
hemos asentado en escritos semejantes, los cambios que tuvo en Padre Cristóbal
Ramírez, cura beneficiado quien invitara a establecerse a esta congregación).
Una vez instalados y como parte de sus
actividades, los padres del Oratorio se dedicaron a enseñar a los niños, sin
hacer distinciones entre ellos respecto a si eran españoles, criollos o
indígenas; les inculcaron en forma gratuita no sólo la doctrina cristiana, sino
también a escribir, leer y contar; además, les impartieron latín, artes y
estudio mayores con gran aprovechamiento, especialmente para los que no podían
ir a la universidad.
A partir de la terminación del templo de
San Felipe, en 1714, el padre Juan Antonio Pérez de Espinosa pidió permiso para
que los alumnos del colegio fueran los jueves cantando la doctrina por las
calles, desde el Oratorio hasta la Parroquia, dando origen a la doctrina en
Cuaresma.
Más adelante, con el permiso
correspondiente, se introduce la práctica de rezar el rosario cantado por las
calles en honor de señor San José. Manera que se generaliza en otros templos
como San Francisco y la Parroquia.
Pero las celebraciones marianas fueron las
primeras que introdujeron y, para no provocar un conflicto, la fiesta del
Corpus Christi se reservó para la octava. Varias de las fiestas mencionadas
fueron motivo de las dificultades con el señor cura quien retiró su permiso y
solicitó la devolución del templo y más adelante la imagen del Señor Ecce Homo
con el final que ya conocemos, pero las conmemoraciones públicas terminaron con
la prohibición federal de 1878.
El Vía Crucis fue restituido en el 450
aniversario de la fundación de la ciudad y el Corpus sigue también y por lo que
se ve cada año, goza de buena salud. Fiesta en la que participan con singular
alegría los cuadros de Locos.
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