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INUNDACIÓN EN SAN MIGUEL

 

INUNDACIÓN EN SAN MIGUEL

San Miguel de Allende que, por su ubicación escalonada en forma ascendente, vista la ciudad desde el poniente, parece que sus calles y sus casas trepan por las laderas de tortuosas colinas, da la impresión de estar a salvo de las temibles inundaciones, tan frecuentes y desastrosas en lugares situados en planos o valles.

La realidad ha probado lo contrario, pues mantiene oculta a las miradas de los visitantes una profunda y majestuosa cañada, llamada del “charco del ingenio” y que todos los habitantes deberíamos tener presente cuando tratamos de invadir con nuestras construcciones, los cauces de insignificantes arroyos pero que se convierten en terribles torrentes, cuando bajando precipitadamente por esta barranca o por los más modestos arroyos de Sto. Domingo y del Tecolote, o de la Regadera, los cuales al juntar su caudal dejan experiencias inolvidables.

En años recientes, en 1961, el arroyo de Sto. Domingo, a la altura de los “Pocitos” privó de la vida a dos personas, otra inundación parcial recordamos en 1973 y finalmente el viernes 2 de octubre de 1998, pasada la media noche y especialmente durante el sábado 3 de octubre, desde muy temprano, cuando muchos desprevenidos y desmañanados vecinos sanmiguelenses participaban en “la Alborada” con que celebraban la fiesta del Patrón de la ciudad, el arcángel San Miguel, el agua procedente de dos grandes “bordos” rotos en los ranchos de Puerto de Nieto y de Guadalupe de Támbula, se dirigía impetuosa a la ciudad, arrastrando a su paso cuanto podía atrapar, ya fueran rocas, animales o árboles.

El torrente  cruzó la carretera de San Miguel a Querétaro, para precipitarse en el antiguo embalse de la Presa de las colonias, superando  con mucho la cortina y formando impresionante cascada, que despeñaba su enorme caudal empujando su contenido en el acantilado del Charco del Ingenio, en donde por su profundidad y angostura elevó su nivel, para salir del barranco con más ímpetu, saltando sobre la increíblemente resistente y centenaria “presita del obraje” para finalmente entrar a la ciudad, con gran velocidad, atropellando cuanto encontraba en su camino, tomando el cauce del arroyo de la presa y que al pasar frente a la antigua fábrica “la Aurora” incrementaba a cada momento su caudal.

Destrozó los puentes peatonales, de ese rumbo. Produjo graves daños a la escuela “Ignacio Ramírez” vecina a los mismos, siguiendo su enfurecido torrente hasta el arroyo de las Cachinches, en el barrio de San Juan de Dios, en donde juntando su vertiente a otra no despreciable avenida del arroyo del Oratorio o Tecolote, formó para las ocho de la mañana una inmensa corriente, de impresionante aluvión y agitadas olas.

Los puentes sobre las calles de Insurgentes y prolongación de la luz, así como la plaza Roque Carbajo desaparecieron entre el torbellino de sus aguas.

Un automóvil era llevado como si se tratara de un juguete del día de Corpus. Un pesado camión materialista a duras penas, resistía el empuje de las avenidas. Solamente las farolas de las luminarias de la Plaza de los Insurgentes sobresalían entre cascadas de agua y lodo. El espectáculo era peligroso e impresionante.

Las puertas y ventanas de la planta baja de las casas situadas en la calzada de Guadalupe, parecían desaparecer poco a poco. Algunos propietarios contemplaban pasmados desde las ventanas de la planta alta o desde la azotea, el paso de esto que parecía una pesadilla. Un gallo flotaba indiferente sobre las olas color chocolate de este mar de lodo.

El pueblo se arremolinaba en las bocacalles para contemplar y comentar este panorama insólito. Aquí y allá se oían las sirenas de los bomberos o de las ambulancias.

Debemos reconocer la eficacia de las autoridades municipales, de protección civil y de todas las organizaciones que en esos momentos difíciles hicieron todo lo posible para prevenir daños mayores. Ayudaron con presteza a quienes lo necesitaron. Felicidades por lo hecho y por cuanto tuvieron que hacer para superar este desastre. Los daños materiales son cuantiosos, afortunadamente no se tiene que lamentar pérdidas humanas.

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Romeo Tabuena, uno de los grandes pintores que han venido a radicar a San Miguel de Allende; a los 34 años de edad vino a México y al conocer la obra de los grandes muralistas mexicanos se quedó a radicar en nuestra ciudad. Aquí vivió con su esposa Nina, de origen noruego, su nombre completo era Romeo Villalba Tabuena  fue un pintor y grabador filipino que nació en la ciudad de Iloilo. Estudió arquitectura y pintura en Manila, Filipinas. También estudió en Nueva York y París. Sin embargo, conservó su nacionalidad filipina. Pintó el mural Filipiniana en la Embajada de Filipinas en Washington, DC En 1965, participó en la Octava Bienal de San Pablo arte como el artista filipina oficial y como el comisario de arte a partir de las Filipinas. El Museo de Arte de Honolulu mantiene su pintura Carabao, lo cual es típico de las pinturas animales del artista.           Tabuena aparece en Quién es quién en el arte americano, Internacional Quién es quién ...

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