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INAGURACIÓN LUZ ETERNA

 INAGURACIÓN LUZ ETERNA



23 jun 1998 se inaugura Luz Eterna

Hace 25 años, el 23 de junio de 1998 fue inaugurado el panteón “Luz Eterna” por el presidente municipal. Don Salvador García González, la funeraria “López” costeó la imagen de Cristo Rey que preside la capilla del cementerio.

Es la muerte uno de los temas de conversación más evitados por los seres humanos. No sabemos qué hay detrás de la muerte y muchos le tienen miedo, no solo a la muerte de uno mismo, también a la muerte de personas queridas.

Las religiones tienen su propia concepción y cada uno elige la forma de enfrentarla o de evitar tocar ese inevitable tema.

Los poetas le han dedicado parte de su talento y en este aniversario de la casa común, recordamos algunas poesías:

“Recuérdame” (David Harkins)

 Puedes llorar porque se ha ido, 

o puedes sonreír porque ha vivido.

Puedes cerrar los ojos y rezar para que vuelva

o puedes abrirlos y ver todo lo que ha dejado;

 

tu corazón puede estar vacío

porque no lo puedes ver,

o puede estar lleno del amor

que compartisteis.

 

Puedes llorar, cerrar tu mente, 

sentir el vacío y dar la espalda,

o puedes hacer lo que a ella le gustaría:

sonreír, abrir los ojos, amar y seguir.

 

 “La belleza y la muerte” (Victor Hugo)

 

La belleza y la muerte son dos cosas profundas,

con tal parte de sombra y de azul que diríanse

dos hermanas terribles a la par que fecundas,

con el mismo secreto, con idéntico enigma.

 

Oh, mujeres, oh voces, oh miradas, cabellos,

trenzas rubias, brillad, yo me muero, tened

luz, amor, sed las perlas que el mar mezcla a sus aguas,

aves hechas de luz en los bosques sombríos.

 

Más cercanos, Judith, están nuestros destinos

de lo que se supone al ver nuestros dos rostros;

el abismo divino aparece en tus ojos,

y yo siento la sima estrellada en el alma;

 

mas del cielo los dos sé que estamos muy cerca,

tú porque eres hermosa, yo porque soy muy viejo.

 

 

 “¿Quién muere?” (Pablo Neruda)

 

Muere lentamente quien no viaja,

quien no lee,

quien no oye música,

quien no encuentra gracia en sí mismo.

 

Muere lentamente

quien destruye su amor propio,

quien no se deja ayudar.

 

Muere lentamente quien se transforma en esclavo del hábito

repitiendo todos los días los mismos trayectos,

quien no cambia de marca,

no se atreve a cambiar el color de su vestimenta

o bien no conversa con quien no conoce.

 

Muere lentamente quien evita una pasión y su remolino de emociones,

justamente estas que regresan el brillo

a los ojos y restauran los corazones destrozados.

 

Muere lentamente quien no gira el volante cuando esta infeliz

con su trabajo, o su amor,

quien no arriesga lo cierto ni lo incierto para ir detrás de un sueño

quien no se permite, ni siquiera una vez en su vida,

huir de los consejos sensatos…

 

¡Vive hoy!

¡Arriesga hoy!

¡Hazlo hoy!

¡No te dejes morir lentamente!

¡No te impidas ser feliz!

 

 

 “¡Adiós!” (Alfonsina Storni)

 

Las cosas que mueren jamás resucitan,

las cosas que mueren no tornan jamás.

 

¡Se quiebran los vasos y el vidrio que queda

es polvo por siempre y por siempre será!

 

Cuando los capullos caen de la rama

dos veces seguidas no florecerán…

 

¡Las flores tronchadas por el viento impío

se agotan por siempre, por siempre jamás!

 

¡Los días que fueron, los días perdidos,

los días inertes ya no volverán!

 

¡Qué tristes las horas que se desgranaron

bajo el aletazo de la soledad!

 

¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,

las sombras creadas por nuestra maldad!

 

¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,

las cosas celestes que así se nos van!

 

¡Corazón… silencia!… ¡Cúbrete de llagas!…

-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!…

 

¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,

corazón maldito que inquietas mi afán!

 

¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!

¡Adiós mi alegría llena de bondad!

 

¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,

las cosas celestes que no vuelven más!…

 

 

 “En los funerales de un amigo” (Ciro Mendía)

 

Qué exequias más hermosas, qué gentío,

cuántas flores y sombras, cuánta pena,

con su mutis quedó sola la escena,

cuántas hojas caídas sin rocío.

 

Qué silencio en las voces, y qué frío

por el amigo muerto. Gime llena

de angustia el alma por el alma buena,

cómo me dueles, compañero mío.

 

La amistad y el amor están presentes,

la pluma y el talento están de luto,

nieblas hay en los ojos, en las frentes.

 

Y pienso al ver el fúnebre ajetreo

que por razones de mi ceño hirsuto

no irá a mi entierro nadie, ni yo, creo.

 

 

 “La muerte para aquél será terrible” (Lope de Vega)

 

La muerte para aquél será terrible

con cuya vida acaba su memoria,

no para aquél cuya alabanza y gloria

con la muerte morir es imposible.

 

Sueño es la muerte y paso irremisible,

que en nuestra universal humana historia

pasó con felicísima vitoria

un hombre que fue dios incorruptible.

 

Nunca de suyo fue mala y culpable

la muerte a quien la vida no resiste;

al malo, aborrecible; al bueno, amable.

 

No la miseria en el morir consiste;

solo el camino es triste y miserable,

y si es vivir, la vida sola es triste.

 

 

 “Pasatiempo” (Mario Benedetti)

 

Cuando éramos niños

los viejos tenían como treinta

un charco era un océano

la muerte lisa y llana

no existía

luego cuando muchachos

los viejos eran gente de cuarenta

un estanque era océano

la muerte solamente

una palabra

ya cuando nos casamos

los ancianos estaban en cincuenta

un lago era un océano

la muerte era la muerte

de los otros

ahora veteranos

ya le dimos alcance a la verdad

el océano es por fin el océano

pero la muerte empieza a ser

la nuestra.

 

 

 “A una vieja que traía una muerte de oro” (Francisco de Quevedo)

 

No sé a cuál crea de los dos,

viéndoos, Ana, cual os veis:

si vos la muerte traéis,

o si os trae la muerte a vos.

 

Queredme la muerte dar

porque mis males remate:

que en mí tiene hambre que mate

y en vos no hay ya qué matar.

 

 

 “Poemas póstumos 19” (Vicente Huidobro)

 

La muerte que alguien espera

la muerte que alguien aleja

la muerte que va por el camino

la muerte que viene taciturna

la muerte que enciende las bujías

la muerte que se sienta en la montaña

la muerte que abre la ventana

la muerte que apaga los faroles

la muerte que aprieta la garganta

la muerte que cierra los riñones

la muerte que rompe la cabeza

la muerte que muerde las entrañas

la muerte que no sabe si debe cantar

la muerte que alguien entreabre

la muerte alguien hace sonreír

la muerte que alguien hace llorar

la muerte que no puede vivir sin nosotros

la muerte que viene al galope del caballo

la muerte que llueve en grandes estampidos.

 

 

 “¡Oh muerte!” (Amado Nervo)

 

Muerte, ¡cómo te he deseado!,

¡con qué fervores te he invocado!,

¡con qué anhelares he pedido

a tu boca su beso helado!

¡Pero tú, ingrata, no has oído!

 

¡vendrás, quizá, con paso quedo

cuando de partir tenga miedo,

cuando la tarde me sonría

y algún ángel, con rostro ledo,

serene mi melancolía!

 

Vendrás, quizá, cuando la vida

me muestre una veta escondida

y encienda para mí una estrella.

 

¡Qué importa! llega, ¡oh prometida!

¡siempre has de ser la bien venida,

pues que me juntarás con ella!



AMPLIACIÓN:

Ampliación. 25 aniversario del panteón Luz Eterna



En días anteriores mencioné que hace un cuarto de siglo, el 23 de junio de 1998, fue inaugurado y bendecido el panteón Luz Eterna y agregué varias poesías que nos hablan de la muerte. La primera la Rima LXXV de Gustavo Adolfo Becker para mi gusto una excelsa obra que aprendí en clase de mi maestro el docto abogado Leobino Zavala Camarena.

Una de las personas que me hicieron el favor de leer dijeron que también los indígenas tenían inspiración, en lo que estoy totalmente de acuerdo. Por lo que busqué una poesía pequeña, como un haiku, que leí hace tiempo en una de las obras del padre Ángel María Garibay, cumbre de las letras mexicanas.

La labor apostólica de Ángel María Garibay lo llevó a distintas parroquias donde predominaba el sustrato étnico otomí. De Jilotepec a Otumba, pasando por San Martín de las Pirámides, Huixquilucan, Tenancingo, el padre pudo observar detenidamente las costumbres de los otomíes de cada región. Basándose en las investigaciones de Jaques Soustelle dadas a conocer en La Familia Otomí-Pame du Mexique Central, Garibay emprendió la descripción de la organización social otomí y detectó atavismos paganos en sus en sus creencias religiosas.

Para poder penetrar en el alma otomí, Garibay tenía que imbuirse de su máxima expresión: su poesía. Surcando el manuscrito de los Cantares Mexicano, descubría las versiones náhuatl de la lírica otomí que invalidaban parcialmente los juicios denigrantes que emitieron los aztecas sobre sus vecinos. Mediante un cuidoso análisis, el sabio-poeta mexiquense descubría la filigrana de versiones en náhuatl, bellezas propias de la poesía otomí que han palidecer a los hermosos cantos de los nahuas. Estudiando un repertorio más reciente de canciones recopiladas por Soustelle, Ángel María Garibay revelaba la concisión del pensamiento otomí, la armonía intraducible de las palabras “dentro de la ruda fama de letras y tonos de la lengua”, así como sus sonidos “cadenciosos y melancólicos”.

Danthe togui togui

hin hambi tegue

Ndahi togui tigui

hin bambi tegue

Nbui ogui…

him hanmbi pengui.

 

El río pasa:

nunca cesa.

El viento pasa, pasa:

nunca cesa.

La vida pasa

nunca regresa.

 

Los paralelismos tan preciados por la poesía prehispánica indígena se encuentran todavía en los cantos de hoy:

Kha sa-tuy hiandi miyottzi:

sa-tuh motti.

Kha nöm-da-go gui yottzi:

nugö, niugó dubui.

 

En la gota de rocío brilla el sol:

la gota de rocío se seca.

En mis ojos,

los mío, brillas tú:

Yo, yo vivo.

 

Servidos. Gracias por seguir esta página.

 Muy recomendable:

 Ángel María Garibay K. “La rueda y el río”

De:

Miguel León-Portilla y Patrick Johansson


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