VECINOS DE AYER
¿Usted cree en apariciones?, ¿que algunas
personas regresen del pasado para señalar el lugar donde escondieron dinero?, no
se ría , se lo pregunto en serio, ¿usted cree lo que muchos afirman? peor aún,
¿por lo que muchos han pasado?, bueno, esto aceptando que todo sea verdad.
Cierto, los escépticos dirán: es que todo está en la mente, los muertos no
regresan a los que hay que temer es a
los vivos o, mejor dicho, a muchos de
los vivos. En los últimos meses he entrevistado a varias personas y después de
apagar la grabadora en ocasiones sigue la conversación y ésta fluye por la
senda, fantástica, pensarán algunos, de
los aparecidos, las brujas y esos temas
que, ahora estando en noviembre, mes de los fieles difuntos, es tan propicio y
para no perder más espacio van algunas de esas conversaciones.
A los chicos de este tiempo ya nada les
impresiona, han visto de todo en las películas pero… hace tiempo, en la calle
de insurgentes, vivió una familia de 8 mujeres y cuatro varones, tres de ellos
fueron mis compañeros en la secundaria; resulta que vinieron a radicar a la
ciudad y su papá se vio en la necesidad de ampliar la casa y levantó en el
fondo tres recámaras en donde colocó a varias de las hijas. Con cierta frecuencia
ellas se quejaron con los padres de que les “jalaba” las cobijas y éstos, más
preocupados por el sustento de los hijos no les daban importancia hasta que una
noche llegaron a la recámara de los padres, con la cara desencajada por el miedo
y les dijeron otra vez lo de las cobijas pero ahora no sólo se las habían
jalado hasta el suelo sino con todo el colchón, ¿con todo el colchón? preguntaron
los papas, -sí, dijeron nuevamente, -¡y con nosotras encima!, incrédulos fueron
a verlo y en efecto el colchón estaba a medio cuarto y las caras de terror de
las chicas no podían suponer que estuvieran tratando de jugar una broma a los
papás. Es difícil que un suceso inexplicable como el anterior pueda ser
olvidado pero la mente poderosa evita detenerse en esa página de nuestra vida
en donde hemos sufrido.
En otra ocasión, una de las hermanas mayores “quiso”
jugarle una broma a uno de los hermanos y, escondida entre el follaje de aquellas
huertas que tenían las casas, a penas era perceptible por la poca luz de un
foco lejano en el portal; caminaba mi amigo con el temor natural al tener que
atravesar ese camino que tanto llenaban las mamás con macetas en bancos y
pollitos de los árboles y de cuyas ramas también colgaban botes con piesecitos
de plantas. Al darse cuenta de las intenciones de la hermana decidió
sorprenderla y hacerle pagar la broma por lo que al pasar junto al mezquite donde
permanecía inmóvil con el rostro pegado al tronco, supo quien era inmediatamente,
la delataba el hermoso cabello que le llegaba hasta la cintura, al pasar junto
a ella, le dijo, -qué dijiste ya espanté a este sonso, pues ten, y acompañando
las palabras con un rápido movimiento de mano, trato de empujarla su cabeza contra
el árbol. Cual no sería su sorpresa cuando
su mano se estrelló en la rugosa superficie del árbol al tiempo que escuchó un
lamento, un aaahhh, que le heló la sangre y que lo dejó momentáneamente sin
poder reaccionar, pues ya no la vio, ¡nadie estaba ahí!, con la rapidez que el
terror lo permite giró el cuerpo y se regresó a la cocina donde estaba la
mayoría de la familia sintiendo a cada paso que aquella mujer lo detendría tomándolo
por el hombro. El rostro pálido y la voz trastabillante no dejaron dudas, sólo
dijo, ¡me a-sus-tó la mu-jer!
Cambio de calle y me voy a la calle de
Barranca donde una pareja de recién casados renta una casa, angosta pero cómoda
para ellos y con una vista muy agradable. Más adelante, al llevar la renta al
dueño éste les cuestionó -¿están a gusto? –sí, contestaron; bueno, sí es un
poco molesto que el niño de los vecinos del departamento de arriba pasa muchas horas
jugando con sus canicas pero, bueno, se acostumbra uno. –No puede ser, ese
departamento tiene mucho tiempo solo. A eso no se “acostumbraron” y… se mudaron
inmediatamente.
Otro. Cuando hicieron algunas modificaciones
en Atotonilco, hace tres o cuatro años, a decir de la persona que me lo contó, sacaron
algunos restos humanos que por algunos días fueron dejados en el patio de la
casa santa antes de ser nuevamente inhumanos nuevamente; pero “interrupción” de
la paz de esos muertos tuvo consecuencias y la noche del 20, 21 de enero, como a
las tres de la mañana, un quejido lastimero se escuchó en el poblado. Me interrumpirán
los incrédulos, -fue un sueño, una
pesadilla; pero, la oscuridad, el temor, la confusión sobre lo que pudo originar
el escalofriante lamento que por fortuna no se repitió pero alargó la noche. El
nuevo día de los atotonilquenses no fue
mejor pues el miedo se exacerbó cuando, al comentarlo con los vecinos y parientes,
resulta que no pudo ser un sueño pues los del norte lo escucharon en el sur y los
del oriente en el poniente y viceversa. En esa ocasión el poblado estaba tranquilo,
el señor cura y los demás sacerdotes, por no haber tanda no estaban en el
santuario pero los veladores que están siempre vigilantes subieron a las
azoteas en busca de la causa, pero nadie vio nada mas. Las madres dominicas
también lo escucharon. Después, al comentarlo en los corrillos coincidieron que
lo que había causado tal hecho fue la lamentable falta de respeto por la paz de
los difuntos. Alguien pensará que eso es de personas ignorantes o que es debido
a los ruidos que “guardan” los edificios viejos.
Dos casos más y ya. En un fraccionamiento
nuevo al noroeste de la ciudad se ha presentado el fenómeno de que un niño
suele “jugar” con los vecinos, si, jugar porque resulta que la mayoría de los residentes
de esta hermosa zona que tiene una vista envidiable de nuestra ciudad y que
disfruta desde sus ventanales y balcones el amanecer y los tonos rosados del
sol al despedirse por la parte de la presa Allende, también tiene que sufrir
las travesuras de esta criatura… del ayer. Por lo arriba anotado la mayoría
tiene escaleras y es común que en la paz nocturna, cuando los chicos se han
quedado dormidos en sus cunas y recámaras y los padres disfrutan de momentos de
tranquilidad trabajando, platicando o, entretenidos en alguna otra actividad
escuchan que el pequeño ha perdido el sueño y se le escucha chanclear escaleras
abajo. Perciben su presencia y se sienten observados. Llaman por su nombre al
pequeño y éste no atina a entrar por lo que obliga a uno de ellos a levantarse
y a hacerlo entrar con ellos. Oh sorpresa, nadie está ahí, cruzando las miradas buscando una explicación
se dicen sin hablar que ellos escucharon los ruidosos pasos pero, cierto, nunca
se encendió la luz. Al principio pensarlo y hacerlo fue subir a toda prisa para
la recámara infantil y… comprobar que sus herederos dormían a pierna suelta. En
otras ocasiones el juego es abrir o cerrar las llaves de la regadera. ¿quién
los visita? ¿qué quiere? Yo, no aventuro ninguna respuesta, lo dejo a su mejor
criterio.
La última. En los hospitales esperamos
encontrar la salud pero a veces se nos esconde entre alcohol, batas blancas, carteras
insuficientes y cuerpos muy trabajados. La muerte no es el resultado de muchos
años pues la señora lo mismo gusta de llevarse a viejos que a pequeños sin
importar el género ni la clase social. Y en el Hospital de nuestra ciudad, hay
un área que tiene la mala fortuna de haber conquistado a la catrina. Entre el personal,
los que ya sintieron que es cierto, evitan el estar demasiado tiempo o estar
solos ahí. No es uno sino varios
trabajadores que han tenido la nada deseable experiencia de que la enferma que
ahí es enviada les pregunte: ¿la señora de bata blanca que pasó es enfermera o
doctora? ¿Quién? -la que acaba de salir. -Estamos solas señora, -ahorita sí
porque se acaba de salir pero estaba ahí, atrás de usted. Dicen que las mujeres
tienen un sexto sentido. Lo que me consta es que tienen grandes diferencias con
nosotros, y su doble conexión entre sus dos hemisferios las hace especialmente observadoras
e inteligentes. No una sino varias personas han percibido ese vientecillo
helado que impulsa las almas cuando abandonan el cuerpo. El escalofrío que
sienten la mayoría no es para ponerlo en duda o burlarse. Pero hay entre ellas
una que merece todos mis respetos pues cuando le ha tocado la nada deseable experiencia
de estar en el momento y el lugar, al sentir ese vientecillo, se arma de valor
y le dice a media voz, -si, ya sé quien eres, has tu trabajo. Algunos entre
estertores y otros obnubilados por los fármacos dejan de resistirse para
encontrar por fin la paz y las respuestas que buscamos.
Por ellos, por todos: requiescat in pace, amén.
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