LOS CRISTOS DE CAÑA.
Los purépechas dieron al mundo del arte la apreciada técnica
de las esculturas en pasta de caña de maíz. Más allá de la aportación desde lo
artístico quizá la mejor contribución de este legado sea la técnica
constructiva con que elaboraban a sus ídolos y a partir de la evangelización lo
hicieron con las imágenes religiosas que no solo inundaron la geografía
mexicana sino una exportación que duró los tres siglos del virreinato.
Los cronistas de las diversas ordenes coinciden en que
fueron los evangelizadores de la región michoacana quienes impulsaron a los
tarascos a utilizar esa técnica en la elaboración de las imágenes de la
religión que les fue impuesta por los conquistadores. Fray Matías de Escobar en
la “Americana Thebaida”, dice: “Se paga tanto el Señor de ver consagradas
aquellas cañas en imágenes suyas, que quiere obrar por ellas las mayaores
maravillas en prueba de los mucho que le agradan aquellos soberanos bultos
fabricados de las cañas”. De igual forma, fray Jerónimo de Mendieta, celebra la
demanda europea para estas obras: “Como llevan también los crucifijos huecos de
cañas, que siendo de la corpulencia de un hombre muy grande, pesan tan poco,
que los puede llevar un niña y tan perfectos, proporcionados y devotos”.
La mayoría de quienes han escrito sobre esto señalan a los
de la Cerda (Matías y Luis) como los primeros que hicieron Cristos de caña,
Sofía Velarde recuerda que tradicionalmente se ha dicho que Vasco de Quiroga
mandó traer de España a Matías. Se sabe que contrajo matrimonio con una
indígena del lugar y que procrearon, cuando menos, a un hijo (Luis). Hay otros
dos escultores y pintores que llevan el mismo apellido, Juan y Manuel, con
quienes en ocasiones se les confunde pero sin datos suficientes para afirmar
que fueron familias diferentes.
De ambos se desconocen muchos datos pero del hijo se tiene
conocimiento de un perfil espiritual. El arte de este mestizo, aprendido
en el taller de su padre, en Pátzcuaro,
es producto de una intensa vida de perfección cristiana. Se le tiene por un
excelente artista y modelo cristiano, que comulgaba y confesaba a menudo, y
siempre que comenzaba alguna hechura de un Santo Cristo. Por eso uno de los cronistas,
dice: “El Señor concurría a sus obras por su buen obrar”, y sus imágenes son
tenidos por el pueblo como taumaturgas; pero si no se quiere creer en milagros,
téngase por sabido que fueron ellas las que obraron el prodigio de la extensión
y la unidad de una fe entre pueblos a cual más diferentes en raza y cultura,
unidad que aún existe hasta hoy, a pesar de las distancias.
Son de él ciertamente los Cristos de Zacoalco, Amacueca, Magdalena,
Mezquititlán (San Juan de los Lagos) y otros muchos en que los rasgos
corporales y las proporciones, y sobre todo la abundancia de la sangre y el
excesivo realismo de las heridas acusan ya el alma mestiza. Nace así, para los
especialistas, el Cristo mexicano, distinto del imaginado por el europeo, con
el dolor reflejado en el rostro, el color moreno, la sangre manchando todo el cuerpo
en abundancia tal, que solo así se podría enternecer a los indios acostumbrados
a verla derramada a chorros en las guerras y untada a los cuerpos de los
ídolos.
Otro de los escultores en caña de nombre conocido es el
fraile franciscano Sebastián Gallegos, hijo de la provincia de San Pedro y San
Pablo de Michoacán. De él se sabe que trabajo en Querétaro, que fue muy
virtuoso y que por 1630 estaba en plena producción. Su obra es la Virgen del
Pueblito, para el convento franciscano de ese lugar cercano a Querétaro, hecha
en 1632.
Otro lugar de producción fue Tlaxcala, donde hubo buenos artesanos.
Tal vez salieron de ahí Cristos para: Querétaro, Villa de Reyes (Valle de San
Francisco), Santa María del Rio, Mexquitic, San Luis Potosí, San Pedro, Venado,
Charcas, Matehuala, Bustamante, NL, etc.
A pesar de que muchas familias hicieron suya esta industria
y se tenían talleres en varios sitios de la sierra michoacana, llegó un momento
en que se perdió casi totalmente. Las mayores aportaciones recientes sobre ella
se tienen a partir de las restauraciones que se le han hecho a varias de aquellas
obras porque se ha tenido que investigar sobre ese procedimiento. Pablo Amador,
escritor canario, en un estudio sobre el Cristo de Telde (Islas Canarias),
manifiesta la forma de utilizar los soportes de la escultura y los adhesivos
utilizados e incluso sospechaba del uso de moldes para los Cristos, algo que ya
había narrado el cronista agustino Matías de Escobar. Los materiales que
utilizaban los naturales son los que tienen a su alcance en la región, así, utilizan
bulbos de orquídeas, cola de conejo y baba de nopal.
El Señor de la Conquista es una imagen de pasta de caña que
fue elaborado en Michoacán, con toda probabilidad en el taller de los Cerdas.
La técnica para su manufactura consiste en extraer la pulpa del corazón de la
caña de maíz, y hundirla en veneno para evitar el probable daño de
microorganismos para después molerla hasta que se forma con ella una masa con
la cual se comenzará a moldear y tallar la figura. Una de las características
principales de las esculturas hechas con este material, es que son muy
livianas, especialmente cuando la parte del pecho o las piernas es hueca.
Desde del siglo XVI se comenzaron a hacer estas figuras,
utilizadas para la evangelización de los pueblos conquistados por parte de
diversas órdenes religiosas, pero principalmente fueron los frailes
franciscanos quienes hicieron uso de éstas y las impulsaron. La ligereza de las
figuras les permitía trasladarlas con facilidad y sin mucho esfuerzo de un
pueblo a otro. Posteriormente, para las procesiones y fiestas religiosas
también resultaron de gran ayuda por esta misma característica, aunque su
fragilidad también provocaba que, por el uso continuo, se deterioraran y
rompieran con cierta facilidad.
Se tienen indicios de una escuela en Tzintzuntzan, que sería
la primera, otra en Pátzcuaro, la más conocida, es en ésta a donde se ubica a
este maestro escultor al que se le asocia como nativo o alumno de la escuela de
Andalucía pues la traza de las obras son propias de ahí: tanto en sus rasgos
faciales, como en el color de la piel, moreno oliváceo, propio de la mezcla de
sangres española y morisca. Por el naturalismo que refleja en sus imágenes, se
delata su origen peninsular.
Algunas de las imágenes más conocidas que han llegado hasta
nosotros son:
En España: Cristo de la Sangre, Torrijos, Toledo, Cristo de
la Caridad, Santa Olalla, Toledo, Cristo de Gracia, llamado "El
Esparraguero", Córdoba, Señor Difunto de Icod de los Vinos, Tenerife,
Cristo de la Buena Muerte, Agüimes, Gran Canaria, Cristo de la Misericordia,
Garachico, Tenerife, Cristo de Telde, Gran Canaria, Señor de las Tribulaciones,
Santa Cruz de Tenerife, Cristo de los Canarios, Ingenio, Gran Canaria, Cristo
de la Vera Cruz, Lequeitio, Vizcaya, Cristo del Planto, Santa Cruz de La Palma,
Cristo de la Sangre, Lucena, Córdoba, Cristo de la Salud, Los Llanos de
Aridane, La Palma, Cristo de Bornos, llamado "Cristo del Capítulo",
Cádiz, Cristo de las Misericordias, Los Santos de Maimona, Badajoz, Primitivo
Cristo de la Vera-Cruz, Cádiz, Cristo de los Afligidos, Iglesia de San
Francisco, Cádiz, entre muchos otros.
En México: Cristo de la Penitencia de Mexicaltzingo, Cristo
de la Preciosa Sangre, en Sultepec, Estado de México, Cristo de San Agustín de
las Cuevas, en Tlalpan, Señor del Perdón en Tuxpan, Jal, Ecce homo de Santa
Anita Zacatlamanco, Méx, Señor de los Milagros en Ixtapaluca, Edo de Méx, Señor
del Cacao, Catedral Metropolitana de la Ciudad de México, Señor de la Preciosa
Sangre de Cristo en Quiroga, Michoacán, Señor del Veneno de la Catedral
Metropolitana de la Ciudad de México, dos en la catedral, uno en la capilla de
la Expiración anexa al convento de Santo Domingo, otro en el templo de la Profesa,
Señor de Chalma, Hidalgo y varios más; desde luego el Señor de la Conquista uno
en San Felipe y otro aquí en San Miguel.
En el que fuera convento de San Francisco en Tzintzuntzan
hay un relieve del Descendimiento de la cruz. Salvo que ya haya sido
intervenido hasta hace años se encontraba totalmente carcomido por diversos
microorganismos y se ha perdido totalmente una de sus partes inferiores, en
donde se puede apreciar la caña de maíz". Sería de suma importancia que,
así como se rescató el maravilloso frontal del altar de la pequeña iglesia de
Tupátaro, que hoy puede admirarse nuevamente en su lugar y que ciertamente, es
una obra "única en su género", también se restauren otras obras, como
el relieve de Tzintzuntzan; de lo contrario se perderán irremediablemente. El
Señor de la Conquista fue restaurado hace dos años cuando se le dio un
mantenimiento mayor.
Otro elemento interesante es que recientemente se descubrió
al interior de una de estas esculturas, que se encuentra en España, algunos
documentos muy antiguos contenidos en las partes huecas de la figura. Se trata
de denuncias que hacían los indígenas sobre el trato o acciones de los
españoles, y se puede suponer que utilizaron estas figuras como un medio para hacerlas llegar a España, con la
esperanza de que llegasen así a manos del rey, ya que de otro modo no habrían
podido enviarlas.
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