EL DR. AGUNDIS
Su fundador fue el Dr. José de Jesús Agundis Gallegos quien
nació en la de Villa Zaragoza, SLP, y como su padre era de filiación porfirista
tuvo que salir de ese lugar y se fue a vivir a San Luis Potosí en donde estudió
medicina. El servicio social lo hizo en la ciudad de Cerritos, SLP. Al
graduarse se vino a trabajar a San Miguel de Allende en 1931. Al llegar a la
estación de los ferrocarriles vio con desilusión su destino laboral y pensando
que esas humildes construcciones eran el pueblo pensó en regresarse a San Luis
lo más pronto que pudiera. Una vez en la ciudad se hospedó en el Hotel de la
familia González que estaba en la calle de Umarán, donde hoy es Mama Mía; ahí
puso su consultorio en una pieza con ventana hacia la calle de Jesús. En esa
calle vivía una joven que la Revolución había dejado huérfana al arrebatarle a
su padre en un combate cerca de Celaya y sus tíos las trajeron a San Miguel
aunque sus orígenes eran de Puruándiro, Mich.
En muchas ocasiones decimos que las jóvenes de hoy son muy
“aventadas” pero aquella muchacha se prendó del joven profesionista y en lugar
de comprar el pan completo trocaba la compra por una rosa roja la que arrojaba
hacia el interior del consultorio sin detenerse, descubierta por el facultativo
pronto la hizo su novia y con ella se casó al año siguiente. Su boda fue a las
dos de la mañana. Cuando me platicó eso la Sra. Musia puse ojos de plato y
sonriendo me dijo, -yo le pregunté a mi mamá la razón y me contestó que fue
porque a las cuatro pasaba el tren. Antes de casarse con doña Chelo tuvo una
hija: Beatriz y después con doña Chelo tuvo a: Guadalupe, Consuelo, Musia,
Jesús y Rafael. Once años después vendrían Marisela, y Margarita. También fueron
sus hijos: Roberto Guillén y el Arq. Salvador Moreno.
Pronto se fueron a vivir a la calle de Canal donde
compraron, no la casa donde estuvo la Botica sino a la mitad de la calle donde
hoy está una tienda de vinos. En esa casa nacieron todos los hijos de doña
Chelo. Ahí estuvo su consultorio. En esa calle había tres hoteles: el colonial
“Colonial” de doña Consuelo Alcalde, el Hotel “Central” de don Vidal Flores y
del otro lado era el de Lucita Villa y luego don Pancho Caballero “Jijada”. Tiempos
tranquilos, diferentes, felices. Los niños del doctor jugaban en la casa del
Mayorazgo de don Albino y doña Isaac;
gustaban ellos mirar el devenir de la pacífica población desde la recámara que
mira hacia las calles de Hidalgo y el Jardín Principal. Muchas ocasiones les
platicaban ahí las vicisitudes del tiempo de la revolución: la inseguridad, los
robos, los asesinatos, los colgados, etc.
Impedido de olvidar su niñez en el campo compró varias
hectáreas allá por Corral de Piedras y las sembró de pequeñas plantas de maguey
que trajo de Apan, Hgo. Más adelante pudo comprar la casa que está frente a Bellas
Artes y donde estuvo el Consulado Americano. Él la restauró y ahí se mudaron.
Sólo estuvieron dos o tres años y se regresaron a la calle de canal. Poco después
la vendió y compró la esquina de Canal y Hernández Macías donde había estado un
molino de nixtamal.
Dije antes que la ciudad era muy pequeña y los médicos que
había en ese tiempo eran: el Dr. Anastasio López Escobedo, el Dr. Jesús
Agundis, el Dr. Araujo, más adelante llegaron el Dr. Francisco Olsina, el Dr. “Paco”
García González, el Dr. Pin Dobarganes, el Dr. Villagómez (el doctor “militar”),
etc. la costumbre entonces era el hacer visitas a los enfermos en sus
domicilios así que los médicos hacían su recorrido diario y con frecuencia a
las comunidades.
El Dr. Agundis sucedió al Dr. Anastasio como director del
Hospital “San Rafael” que estaba en el barrio de San Juan de Dios. Pero en las
tardes atendía en el Centro de Salud que estaba entonces frente a su casa, en
la calle de Canal precisamente donde tendían poner el Mc Donal´s; en ese
edificio nacieron muchos sanmiguelenses. Después se cambió para el edificio
conocido como el Mercadito Aldama. En estos lugares trabajaron también las
enfermeras de entonces recién egresadas de la recién fundada Escuela Secundaria
Comercial y de Obstetricia: Mariquita Castiblanqui, María Domínguez, Carmelita
Barajas, etc. El doctor estuvo como director del Hospital hasta que renunció
para irse como diputado local en 1948-49.
Hombre de mucho trabajo y emprendedor vio la posibilidad de abrir
una farmacia por lo que envió a sus hijas Consuelo y Musia con el Profr. José
María Vega a su Botica del Sagrado Corazón que estaba en la casa de Allende.
Durante varios meses estuvieron con él estudiando lo relacionado con la
medicina de entonces, la farmacopea. Las farmacias que ya existían era la de
Santa Teresita de don Eulalio Nava, en la calle de Reloj; la de don Pancho
Carbajo, en la calle de San Francisco; la de San Juan de Dios del Dr. Anastasio
López Escobedo en la calle de Hidalgo –después de él quedó “Toto” Nava- y la de
don Pepe Vega.
El rancho donde sembró los magueyes pronto dio frutos y la
cosecha se la vendía a don Gavino Arteaga quien la comercializaba. Pero por los
problemas agrarios que no se resolvían y viendo que peligraba su propiedad la
tuvo que rematar y con el producto quiso invertirlo. Pepe Ortiz le ofreció su
cortijo “Agua Bendita” y Pepe Gil le propuso el espacio donde puso el
estacionamiento con doble frente. Ambas sugerencias fueron rechazadas por doña
Chelo pero muy contenta aprobó la de comprarle al “Gato” Rocha, papá del Lic.
Salvador Rocha Díaz.
La Quinta Loreto es un predio a espaldas del Oratorio pero,
en ese entonces, a la orilla de la ciudad e invitó a vivir ahí a doña Musia y
Poncho que se habían casado en 1955 y estaban viviendo en la ciudad de México.
El solar era muy grande pero estaba muy abandonado. Limpiándolo de maleza encontraron
un pozo que se usaba para recibir el agua que por gravedad se enviaba a las
casas entonces, a ellos les tocaba que
les mandaran agua dos veces por semana y ahí se almacenaba para regar la
alfalfa que sembraban. Años después el doctor regaló del arroyo hacia el
sureste 2,500 m2 para que se ampliara el nuevo mercado (construido
en el lugar donde estuvo el Mesón de San Ignacio).
En ese lugar puso unos baños de vapor y de regadera que
fueron muy aceptados. Ahí entro la creatividad que distinguió siempre a Poncho
Sautto. Excelente cocinero puso unas mesas de laja y preparaba caldo de
camarón, tacos y varios antojitos y refrescos que fueron un delicioso
complemento al salir de los baños. Esto motivó al doctor a iniciar la
construcción del hotel y el restaurante que hoy conocemos administrado por:
Georgina, Agustín y Poncho Sautto Agundis. En las ampliaciones del hotel actual
doña Musia sigue defendiendo la vida de un enorme pirul que dio cobijó el
nacimiento de esta empresa.
Antes de la llegada del IMSS los trabajadores de la fábrica
“La Aurora” asistían a consulta con el doctor Agundis en la calle de Canal.
Igualmente fue el médico de los empleados de la compañía de luz, del Banco del
Centro. Durante muchos años apoyó en la salud de las RRMM concepcionistas y a
los enfermos de Cofradía de San Vicente de Paul que le enviaba la Srita. Gracia
Zavala. Cuando fue presidente de los Rotarios se hizo la escuela de San Antonio
(Morelos). Muchos de sus pacientes tenemos un buen recuerdo de él.
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