Templo y convento de San Francisco.
La discusión seguirá acerca de cuál fue el templo más
antiguo desde la fundación del pueblo de indios en 1542 en San Miguel viejo,
luego el ataque de Carángano y sus huestes que arrasó la fundación. A su
regreso de su periplo hasta Río Verde, Fray Juan envía a Fray Bernardo y
empieza la labor de reunir a los desplazados, unos habían huido al Palmar otros
a San Antón de las Minas-
Lleva entonces la fundación a un lugar que la tradición oral
quiere justificar el nombre del lugar, pero en realidad ya era conocido desde
antes como lo señala el cronista real de
Indias Don Antonio de Herrera y Tordesillas como Izcuinapan: derivado de las
voces nahuas Izcuintli=perro y apan agua, río. Se discute esto porque quienes
lo acompañaban eran guamares, otomíes y tarascos según la relación que hace
fray Gonzalo de las Casas en su libro: Noticias chichimecas para el virrey
Enríquez, donde afirma que: “…los padres de la orden del señor San Francisco,
tomaron la mano en ello e hicieron un monasterio en la villa del Señor San
Miguel, donde se juntó mucha gente de estos chichimecas guamares y con ellos se
poblaron otros indios otomíes y tarascos---“.
Es obvio que este modesto monasterio fue una modesta
construcción anexa a la misión de San Miguel fundada por fray Bernardo y
continuada por fray Ángel de Salcedo y que, en 1564, al erigirse en curato fue
la sede del nuevo curato y fray Ángel el primer cura. Al llegar los diocesanos
los franciscanos se mudaron para San Felipe. Cuando los diocesanos vieron la
enorme tarea de atender a la población, invitaron a los agustinos para fundar
un convento aquí y éstos declinaron hacerlo. No así los franciscanos a quienes
invitaron después y así regresan a principios del s XVII en 1606. Y levanta la
capilla de San Antonio de Padua, imagen que está en la portada de la sencilla
construcción hoy conocida como Tercera Orden.
Hacia el norte empiezan a levantar un convento. Construcción
pesada y desprovista de ornamentación barroca. El proceso constructivo se
suspende en 1638 y se retoma hasta 1680, se compone de dos plantas. Cuatro
corredores enmarcan un pequeño jardín con una fuente al centro. Con el apoyo de
la población se concluye paralelo al siglo mejorándolo con ideas barrocas y
levantando ahora un templo para su patrono señor San Francisco de Asís colocado
en la rinconada del atrio que estuvo delimitado por una barda perimetral de
arcos invertidos, como hoy todavía vemos en Las Monjas y en parte de San Juan
de Dios.
La terminación del templo de San Antonio o Tercera Orden ya
mejorado, se le coloca una espadaña y se bendice el altar principal en 1713.
En ese primitivo templo de San Francisco quedaron los restos
de importantes familias como los Allende, los Aldama, Unzaga, Menchaca.
Ese templo fue demolido antes de 1779 pues en el libro donde
se asientan las limosnas se menciona: para la construcción de la iglesia que se
esta haciendo en el convento de N:S:P: San Francisco” esta construcción duró
veinte años terminándose el 13 de abril de 1799, año en que fue consagrada la
nueva iglesia.
El segundo claustro es de mayores dimensiones, teniendo
también una fuente al centro, aunque no se concluyó el segundo piso.
Caminar por este espacio te hace trasmite la espiritualidad
su espiritualidad franciscana, su tosca sencillez, el recogimiento que inspiran
las celdas de acendrado ascetismo religioso, se cree adivinar allí el tableteo
de las sandalias frailunas, el roce del hábito, el chasquido del rosario. Te
detienes un momento y parece que en cualquier momento en esos ambulatorios
pasaran los religiosos en esa penumbra de los claustros con sus siluetas de
movimientos lentos, enfundados en su hábito raído, su capucha a la espalda y
sobre erra, la cabeza rapada por el cerquillo.
Por su parte don Polo Samaniego, en su libro: buenos, malos
y regulares nos comparte:
“no se puede dejar de lado la figura de Fray José Sánchez
Primo, nativo de Jerécuaro, quien después de la exclaustración mereció volver a
las antiguas procesiones de los franciscanos. Su espíritu de servicio hizo que
transformara su convento en hogar de menesterosos y en escuela de artes y
oficios. Por ese tiempo empezó a llamarse a uno de los espacios de la planta
bajo del convento, el antiguo refectorio, “La temperancia”, local que servía
para toda clase de actividades para niños, jóvenes y adultos. En esta escuela
se enseñaba desde a leer y escribir, hasta música en toda forma. Ahí se
iniciaron en el arte varios sanmiguelenses que al corree de los años se
convertirían en auténticos artistas.
Con cuanto aprecio oímos a nuestros padres y amigos
referirse a ese benefactor de los sanmiguelenses de humilde cuna y escasos
recursos. Sabio, santos y bonachón, mereció el respeto aun de los liberales y
anticlericales de su tiempo”.
Las obras buenas dan frutos. Lo menciono porque un fraile
sanmiguelense, excelente escultor que dejó pruebas de su gran calidad artística
pasó sus últimos días y una compañera mía, cronista de Jerécuaro acudía a
inyectarlo y curarlo al convento de ese lugar. Me refiero al fray Juan Diego
Briseño, a quien menciono en el libro de Los Imagineros. Sus restos descansan
en el santuario de la Virgen del Pueblito de Querétaro, patrona de Querétaro,
aunque por caprichos que no acaba uno de entender un obispo se empeñó en
cambiar. Pero, eso es otra historia.
El convento fue muy dañado mientras fue la revolución y la
guerra cristera pero también lo dejaremos para otro programa que haya más
tiempo.
El frontispicio, trazado en dos cuerpos, con pilares
estípites a modo de soportes es un relicario en cantera donde se han incrustado
santos y santas de la orden.
La hermosa cúpula gallonada con tambor octogonal y casquete
semiesférico recubierto en su exterior con azulejos color turquesa. La
tradición popular atribuye a don Felipe González, futuro compañero de don
Ignacio de Allende haber sido el autor de la idea del recubrimiento de azulejo.
La torre, bellísima, esbelta, tiene toda la calidad que
imprimía a sus obras el celebre arquitecto celayense don Francisco Eduardo
Tresguerras. Autor también de los altares del interior y del retablo principal
del presbiterio.
La fecha entonces es para no olvidarla 13 de abril de 1799.
Punto final de la construcción de la casa del pobrecillo de Asís.
Obra consultada:
Estampas sanmiguelenses 3
Lic. José Cornelio López Espinosa
(este artículo puede consultarlo en: cronistadesanmigueldeallende.blogspot.com
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