SANTUARIO DE JESÚS NAZARENO DE ATOTONILCO, GTO. PATRIMONIO CULTURAL DE LA HUMANIDAD.
El Santuario de Jesús nazareno es sin duda un parteaguas
para nuestro país, pues la historia escrita y oral nos dice que la vieja
sacristía de este lugar -hoy capilla del Santísimo- el 16 de septiembre de
1810, el cura Miguel Hidalgo tomó el estandarte de la Virgen de Guadalupe -el
cual se convirtió en el símbolo insurgente- cuando se dirigía con las tropas
insurgentes a San Miguel el Grande.
El fundador de este importante edificio fue el padre Luis
Felipe Neri de Alfaro, C.O. quien el 3 de mayo de 1740 colocó la primera piedra.
En 1748 concluyó la etapa de construcción de la nave, la torre y la antigua
sacristía. Esta última pasó a ser la capilla de la Purísima de Loreto y su
camarín, la del Cenáculo y la Soledad. En una tercera etapa (1759-1791) se
construyeron las capillas de Belén y el Santo sepulcro. Finalmente, entre 1774
y 1776, son edificadas las capillas del calvario y del Rosario. Hasta este punto
de construcción llegó el padre Luis Felipe Neri de Alfaro, quien falleció en
este lugar el 22 de marzo de 1776.
El monumento es considerado por su riqueza histórica y
artística como uno de los ejemplos más notables de la arquitectura barroca del
siglo XVIII en el virreinato de la Nueva España. Integrado por seis capillas y
la Sant Casa de Loreto o Cada de los ejercicios espirituales. Cuando recorremos
los diferentes espacios que lo integran se aprecia la riqueza decorativa de sus
pinturas murales; ellas nos muestran la capacidad e ingenuidad de
interpretación popular del artista. Hay pinturas al óleo de diferentes autores
de la época, así como retablos de cantera y madera talladas, y doradas con
laminas de oro y plata. Hay, además, un buen número de grandes esculturas
elaboradas con diversas técnicas. La fachada es sencilla. Sus muros de 10
metros de altura rematan en pináculos de cantera recubiertos con enlucidos de
cal y arena con motivos a color. La decoración mural interior tiene una
vocación pedagógica orientada a los retiros espirituales. Sus fundadores
espiritual y artístico, -Alfaro y Pocasangre, son los autores de esta obra
monumental que diferencia a Atotonilco de otros ejemplos del barroco mexicano, esencialmente
por la asociación del artista y el sacerdote que juntos imaginaron un relicario
de devoción espiritual en medio de las tierras abandonadas y desérticas. La
obra mural de Pocasangre revela a un magnífico artista de carácter popular con
grandes recursos par interpretar el pensamiento de padre Alfaro, de hábil
dibujo y un gusto muy seguro en la utilización de los colores. La superficie
decorada con pintura que nos narran pasajes religiosos de la vía de Jesús e
infinidad de cartelas escitas enmarcadas con flores nos llevan a estimar que el
pintor laboró en el lugar durante un tiempo aproximado de treinta años. Después
de más y tres lustros de intervenciones de conservación y restauración, de nuestra
parte, se puede apreciar y leer con mayor precisión su contenido artístico y religioso.
Un itinerario procesional fue trazado a mediados del siglo
XVIII para unir San Miguel con Atotonilco, comparable con el que unió en Tierra
Santa a Jerusalén con el Gólgota. Desde entonces y hasta nuestros días, el
viernes santo se transporta en procesión una pesada cruz desde el Santuario
hasta San Miguel. Otras ceremonias procesionales que unen al santuario con la
de Nuestro Señor de la Columna comenzaron a principios del siglo XIX y se
practica cada año sin interrupción. El Santuario de Atotonilco es una construcción
única que simboliza la coordinación micro cósmica del mundo católico y el
macrocosmos universal definido por los jesuitas. Las reglas de sus ejercicios
espirituales que implican el retiro, la meditación y la oración se amparan en
un programa arquitectónico y en un discurso visual que dan todo su sentido a la
iconografía espiritual colonial.
Fuente:
Restauración del Santuario de Atotonilco
Agustín Espinosa Chávez
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