CUANDO LAS PILAS DE SAN MIGUEL FUERON
LLENADAS DE MEZCAL.
Hurgando en los archivos de la Presidencia Municipal de esta
histórica ciudad se acaba de localizar un expediente cuya existencia se
desconocía aunque no el hecho en sí, pues hay muchos vecinos que fueron protagonistas
del sonado motín ocurrido en la época de la revolución cuando el once de mayo
de 1911 San Miguel de Allende recibía la noticia del Triunfo de los maderistas;
nada más justo que celebrarlo de tal manera que el pueblo tuviera su regocijo
por lo que, la ciudad entera, de la cual era jefe político el Doctor Ignacio
Hernández Macías, de grata memoria pues una calle lleva su nombre ya que varios
connotados vecinos idearon en muy original procedimiento.
Comenzaron por vaciar las pilas que aún se encuentran en la
plaza principal para llenarlas de mezcal, que por aquel entonces tenía como
precio seis centavos el litro, dando “mano libre”, mejor dicho: “libre boca”, a
todo aquel ciudadano que quisiera festejar el triunfo revolucionario.
Inútil sería señalar los efectos que produjo el contenido de
las fuentes aquellas; centenares de vecinos acudían a saciar su sed, algunos
hasta en forma directa metiendo la cabeza dentro de las pilas.
Pocas más tarde aquellos libadores, totalmente borrachos, empezaron
a ser azuzados por las personas que querían aprovechar la ocasión; lo primero
que se les ocurrió fue amotinarse frente a la cárcel pidiendo a voz en cuello
que echaran fuera los presos y como hubiera resistencia, los amotinados, qué
sumaban regular número, se armaron de palos, escopetas y piedras poniendo fuego
a la puerta de la prisión de la presidencia acabando por liberar a los reos
pasando después a la cárcel de mujeres dónde hicieron lo propio.
Milagrosamente pudo escapar el señor alcalde; en su
precipitada fuga olvidó su capa la que fue echada al fuego por la turba gritando:
“ojalá estuviera dentro el alcalde para quemarlo”.
El grupo de revoltosos que, envalentonados mezcal qué seguían
ingiriendo y por la llegada de nuevos adeptos, iban capitaneados por una mujer de
nombre: María Vidal y mejor conocida como la “Pistioja” y por el licenciado Manuel
Herrera, asaltaron las oficinas del Juzgado y del Jefe político prendiendo
fuego a los archivos, saquearon las arcas de la tesorería robándose la caja
fuerte que era arrastrada por las calles, arengándolos el citado abogado: “roben
lo que puedan, el dinero es del pueblo”.
Sería muy largo relatar la lista de fechorías que se
cometieron aquel día pues ya bien entrada la noche seguían robando lo que
podían como el montepío “La Comodidad” del señor Felipe Dobarganes que los
ahuyentó a balazos, el rico agricultor don Laureano González, quién se quejó de
que le habían robado diez mil pesos oro que tenía escondidos debajo de un
montón de trigo.
Estos actos de pillaje se realizaron por la especial
circunstancia de que no existía fuerza de ninguna clase, soldados ni policía,
todos andaban en “la bola”, pero un grupo consciente, encabezado por Don
Braulio Zavala, rápidamente organizó una Guardia que puso el orden, no sin que
se registraran dos muertos, bastantes heridos y muchas tropelías de la chusma.
Siendo jefe político Don José de Jesús García se pronunció la
sentencia de este proceso CONDENANDO A MUERTE a: José Espinoza, Porfirio
Hernández y Rosalío González por los delitos de homicidio, incendio, robo,
destrucción de aparatos telefónicos, protección de fuga y otros.
De este curioso hecho, pero nada feliz, muchos guardan
memoria los sanmiguelenses que aún recuerdan con toda claridad el motín que conmovió
esta ciudad y qué empezó por el MEZCAL EN PILAS.
Autor: Lic. César Hoyos Dobarganes
Publicado en el periódico El Vocero del Norte el 14 de
septiembre de 1958.
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