LOS ORATORIANOS Y SU HUELLA EN SAN
MIGUEL
Un testigo
directo de las costumbres del siglo XIX en San Miguel de Allende fue Don Rafael
Gallardo quien, para fortuna nuestra, dejó escritas sus observaciones en un
pequeño librito que llamó “Prácticas piadosas de la Cuaresma y Semana Santa” publicado
en 1865.
Ahí menciona:
“Continúo con
las explicaciones de la Doctrina en su Iglesia los padres del Oratorio. La
practican, como la acostumbraban los muy Stos. Padres de la Sagrada Compañía de
Jesús, de este modo: comenzando la explicación por los niños en su escuela, con
el testo de la Doctrina Cristiana, continuando por uno de los alumnos del
Colegio Salesiano, en un bonito discurso y concluyendo por el R.P. Prepósito,
con una sabia, aunque sencilla exposición de los puntos de que se ha hablado.
Los domingos
hay sermones por la mañana, en la Iglesia parroquial, y en la tarde en S.
Francisco y S. Antonio.
Desde el
principio de la Cuaresma, los hermanos del Venerable Orden tercero, y de la
Santa Escuela de Cristo, comienzan los ejercicios que piden sus santas
constituciones, tomando todo empeño los segundos para que se hagan con la
propiedad y devoción con que los establecieron sus fundadores.
El viernes de
la tercera semana de cuaresma, llamada de la Samaritana, empieza la tanda de
ejercicios en el Santuario de Atotonilco, la que estableció su venerable
fundador. En corto número de ejercitantes, se practican como en ninguna otra
parte de la República, por lo devoto del Templo e imágenes sagradas, por el
orden que en ellos se guarda y rezos particulares, tales como las visitas al
Santísimo Sacramento, del Padre Dr. Gamarra, Estaciones, y Rogativa Espiritual
que escribió el venerable Padre Alfaro.
El Domingo de
pasión, desde las dos de la mañana en adelante, se comienzan a oír por las
calles de San Miguel y camino de Atotonilco, las alegres y festivas voces de
las personas que se encaminan a traer a la sagrada imagen del Señor de la Columna,
de su Santuario. Con la inocencia propia de acto tan piadoso, se les ve
dirigirse con multitud de chiquillos, hacia donde se encuentra el objeto de sus
cultos. En la loma alta, con el viento de la mañana perciben el aroma de la
deliciosa flor del huizache y ese olor fragante les asegura que se hallan en el
tiempo de la Semana Santa, excitando el sentimiento de su devoción, el olor del
mastranto que en abundancia se halla en la Ciénega de Atotonilco, a donde
llegan con la mejor animación.
En el mejor
orden, rezando y cantando todo lo que pide un pequeño devocionario titulado
“Camino Espiritual” que escribió el que habla para la traslación de la Sagrada
Imagen, la conducen a este lugar y desde aquí comienzan las prácticas de la
Semana Santa.
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