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LA PILA DE SAN ANTONIO

 

Barrio de San Antonio 

Aturdida por el fragor citadino actual la pila de San Antonio ha cambiado su actitud de reclamar su primacía por antigüedad y ahora se deja apapachar al ver que se le tiene ciertas consideraciones. Se le limpia y adereza y, como buena dama antañona, ve pasar la gente que va cargada de prisa y ella sonríe a las cámaras fotográficas que ocasionalmente la toman.

En diálogo permanente está su pilancón. Los antiguos vecinos de ese barrio acercaban al medio día a sus bestias para refrescarse un poco. Sigue a los pies de su novia porque ayer fue bebedero y hoy se trocó en macetero que luce lleno de flores.

Para comprender un poco la historia de este lugar llegué al Hotel María Luisa de don Rafa Sierra. Recargados en la pequeña barda de la terraza de su restaurante tenemos un hermoso panorama de San Miguel que se derrama multicolor desde el oriente. Vemos desde aquí la parroquia y las Monjas y al regresar la vista ya nos espera en la mesa una taza de buen café. Y el relato se vuelve encanto. Retrocedo a los años 40´s.

La ciudad terminaba en el arroyo que baja del Barrio de Valle del Maíz, la última farola estaba en la esquina de la hoy calle Ancha. El horizonte lo ocupaba la Huerta Grande que era la manzana donde se levantaban la ruinosa casa solariega de los señores de la Canal, propiedad de Don Roberto Lámbarri. Hacia el poniente estaba el viñedo (Hotel y Barrio de La Aldea) y muy a lo lejos coronando un campo triste se veía una pequeña capilla que se conocía como San Antonio de la Casa Colorada. Algunas fotografías de entonces tienen como pie la leyenda: San Antonio extramuros. Antes de llegar a él por aquí, por allá algunas casas humildes de adobe circuladas por órganos.

A la Huerta Grande la asaltaban con frecuencia los mozalbetes de los vecinos de esas casas.  Para robar las nueces y otros frutos de lánguidos árboles frutales o para jugar a las escondidas en los deshabitados espacios de la señorial mansión. También testigo de entonces es esa pequeña puerta en la calle del Cardo, que entonces era el lindero de la propiedad con el campo llano, el resto de la barda era de adobe. Las familias de esas casas tenían no sólo aspecto rural sino, como allá, tenían animales domésticos que pastaban en los alrededores de la capilla y a los que llevaban a abrevar al pilancón mencionado.

De la Huerta grande salía una tubería de barro que alimentaba una pila grande que estaba en la hoy esquina de Ancha de San Antonio con Orizaba, que servía para regar el viñedo. La calle estaba esbozada por la barda de la viña, algunas casas o cercas de órganos, magueyes o sábilas rojas. En verano los aguaceros impedían cruzar hacia esa vía que sólo conservaba algunas partes empedradas para llegar a la casona. En la esquina sureste de la propiedad se levantaba la fuente del puente de Las Ánimas y callejón del Cardo o más conocida como del Golpe de Vista. Sitio sanmiguelense donde solía aparecerse en las noches de plenilunio la célebre Llorona.

Esta salida tuvo vida hasta que el presidente municipal Francisco Rocha y Lasseau (1942/43) hizo el puente para vadear el arroyo; y poco después don Enrique Fernandez Martínez y don Felipe Cossío del Pomar adquirieron la Huerta Grande a don Roberto Lámbarri de la Canal. A pesar de la imagen de abandono de la casa solariega de los Señores de la Canal lo que tuvieron que hacer los nuevos propietarios fue levantar el escombro pues la mayor parte de los techos estaba en los pisos. Repuestos los techos se inició la construcción del Hotel para que se alojaran los estudiantes del nuevo centro de cultura nombrado: “Instituto Allende”. Esta obra le dio a la ciudad una gran cantidad de trabajo, aunque fue necesario traer obreros especializados en plomería, electricidad y carpintería.

Don Rafa recuerda que su tío Liborio Sanabria se ganaba la vida trayendo arena y grava del río, por lo que se acercó al ingeniero encargado de la obra a quien ofreció sus servicios; cuestionado de cuánto material podría llevarle diariamente contestó –mire, tengo 12 burritos y a cada uno le cargo 2 bultos de arena o grava, a lo que el encargado le contestó: -no señor de mi alma así nunca acabaríamos, yo necesito camiones de material diariamente. Llegaron entonces las primeras tolvas a San Miguel.

La obra duró aproximadamente cuatro años y requirió que se instalara ahí una carpintería que estuvo a cargo del maestro Juanito a quien conocían como el “Chivita” y dos de sus hermanos. Se adoquinó la calle Ancha de San Antonio, se colocó la electricidad y empezó una nueva época para esa orilla de la ciudad.

El barrio de San Antonio eran unas cuantas casas a la vera de la calle Ancha y que determinaban por el norte lo que hoy es la calle de Orizaba, al sur el Callejón de San Antonio, y por el poniente en la calle Allende. Nopaleras y órganos delimitaban las propiedades entre algunas familias más estaba don Cesáreo Sierra Santoyo, papá el profe Lencho Sierra Rodríguez. Colindante con él estaba la propiedad de don Benjamín Luna que estaba circulado con cerca de piedras y que hoy corresponde a las calles de Orizaba, Allende, Héroes y Callejón de la Palma. Dicho predio estaba sembrado por magueyes y en el centro había una frondosa palmera. Tenía don Benjamín un tinacal y 6 ó 7 tinajas. Todos los días daban de 300 a 350 litros de pulque. Muy temprano se formaba la gente para comprar el producto y en ollas, cántaros o botes alcoholeros pronto terminaban con la producción. No faltaban días en que más de algún grupo de trabajadores llevaba botana y sentados junto a los magueyes se quedaba a dar cuenta del delicioso néctar.

Frente al Instituto “Allende” estaba el viñedo circulado por una barda de piedra, pero cuando se dejó de cultivar la vid se sembró maíz y frijol. Después quedó como un campo baldío. El señor Dickinson obtuvo autorización para usar una parte y durante muchos años nos emocionamos con los partidos del equipo de beis-bol que patrocinó. Otra parte del espacio fue ocupado por el equipo de futbol “San Miguel”, que patrocinara el señor cura José Mercadillo y que tanto lustre diera a la ciudad al participar en aquella liga regional de Zona Centro, al igual que el equipo “Aurora” también lleno de grandes deportistas. Dicho predio se conoció entonces como el Campo “Marte” y en él se instalaba la feria durante las fiestas patronales. Más tarde se construiría ahí el Hotel y el Barrio de “La Aldea”.

El barrio se hizo colonia cuando se fraccionó por su propietario don Carlos González a partir del Callejón de San Antonio, alrededor del templo y hasta la hoy calle 20 de enero. El encargado de la venta fue don Vidal García de oficio herrero y papá de un mecánico muy estimado el famoso maestro “Pilihuije”. Los interesados se apersonaban en su taller y don Vidal tomaba un largo mecate que tenía un nudo cada metro medía y llevaba en su libretita el control de los lotes comprados. A peso el metro. Si bien es cierto que el peso ha perdido “peso” un trabajador de entonces ganaba unos $ 120.00 (ciento veinte pesos) por semana, porque, estaba tan “lejos” que sólo abonaban algo para cubrir el total del lote. Terminada esta zona se vendió hasta la hoy calle del Refugio y entonces ya se vendió a $ 10.00 (diez pesos) el metro cuadrado. Tal vez nos sorprenda los bajos costos que tenían los terrenos, pero lo mismo sucedía con las casas, lejos estábamos del remolino económico que ha sufrido nuestra ciudad en el terreno inmobiliario.




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HEBDOMADARIO

Hoy es el gran día en que San Miguel puede celebrar o seguir festejando el nombramiento de Ciudad Patrimonio Mundial alcanzado en la reunión de la Convención de la Unesco, celebrada en Quebec, hace 8 años y siguiendo los pasos de la capital del estado que 20 años antes habia alcanzado este derecho en la reunión de Brasil y si bien el 7 de julio fue aceptada la fecha oficial es diez de julio de 2008. Felicidades a quienes participaron en el largo proceso que significa el poder conseguir este nombramiento tan pretendido y sólo diez ciudades en toda la república mexicana lo tienen, solo diez. En el mundo global que nos tocó vivir las redes sociales y la información que se mueve por la autopista del internet nos rebasó desde hace mucho tiempo a muchos que, como yo, hemos rebasado loa docena de lustros, pero algunos estamos haciendo el esfuerzo por actualizarnos para no vivir en el pasado y tratar de comprender a nuestros hijos y nietos que viven aceleradamente el presente.

BIOGRAFIAS:

Romeo Tabuena, uno de los grandes pintores que han venido a radicar a San Miguel de Allende; a los 34 años de edad vino a México y al conocer la obra de los grandes muralistas mexicanos se quedó a radicar en nuestra ciudad. Aquí vivió con su esposa Nina, de origen noruego, su nombre completo era Romeo Villalba Tabuena  fue un pintor y grabador filipino que nació en la ciudad de Iloilo. Estudió arquitectura y pintura en Manila, Filipinas. También estudió en Nueva York y París. Sin embargo, conservó su nacionalidad filipina. Pintó el mural Filipiniana en la Embajada de Filipinas en Washington, DC En 1965, participó en la Octava Bienal de San Pablo arte como el artista filipina oficial y como el comisario de arte a partir de las Filipinas. El Museo de Arte de Honolulu mantiene su pintura Carabao, lo cual es típico de las pinturas animales del artista.           Tabuena aparece en Quién es quién en el arte americano, Internacional Quién es quién en el arte, y la Internaciona