BEATERIO DE SANTO DOMINGO EN SAN
MIGUEL
“En el año de 1739 el padre filipense Martín Zamudio creó el
Beaterio de Santo domingo, con un grupo de mujeres sanmigulenses que decidieron
abrazar la carrera religiosa, llevando una vida de comunidad, de sacrificio,
trabajo y oración, llamándoseles Hermanas Dominicas, sin que estuvieran
afiliadas efectivamente a la Congregación Dominica. Ca be señalar que en
aquella época el hoy templo de Sasnto Domingo se llamaba Santuario de
Guadalupe, ya que se veneraba a la Virgen Guadalupana, reuniéndose la población
en él cada 4 de agosto, llevando la imagen haseta la parroquia en del centro.
Las hermanas vivían en la casa anexa a dicho santuario.
Después de las acciones de la guerra de independencia
llegaron las guerras de reforma y en 1877 los desórdenes continuaban; un día
llegaron los soldados a la casa, quemando puertas, vigas, haciendo lumbre en
los lcuartos y convirtiendo el oratorio en caballeriza; durante dos semanas
fueron exclaustradas las beatas. Al salir los soldados y se quedó a cargo el
jefe político.
La hermana María Luisa Hernández se engrevistóp con él para
solicitarle la autorización de vivir en la casa. El jefe lo autorizó pero envió
ahí también a otras mujeres de conducto reprobable creando conflictos
interenos; pese a ello cuando ellas decidieron irse su comportamiento habpia
mejorado notablemente.
La hermana Maria Luisa fue reuniendo a toda la comunidad. En
1878 el señor Obispo Diez de Sollano ordenó que se recibieran a algunas niñas
para que no se acabara la comunidad.
La hermana María Luisa Hernández fue la superiora en la
Congregación durante 23 años. La subpriora fue Sor Vicenta del Sagrado Corazón.
Las novicias que profesaron en 1889 fueron:
-María del Refugio del Corazón de María y
-María Catalina del Sagrado Corazón.
En 1890 Sor María Anastacia de la Concepción tomó el hábito
junto con Maria del Carmen del Sasgrado Zorazón y
Josefa de Jesús Sacramentado
En el año de 1906 había siete religiosas, con quince
señoritas de 18 años en promedio. Conservaban algunas observancias monásticas
sin hacer votos de religión y obligándose a guardar clausura. En 1914 se dieron
tres bajas por separación.
En este mismo año llegaron los carrancistas por lo que el
capellán y el señor lcura dispusieron dejar la casa quedando solamente dos
religiosas y dos señoritas. Al mejorar el ambiente político al promulgarse la
Constitución de 1917 las hermanas regresaron a su casa prevaleciendo el deseo
de incorporarse a una comunidad de TGerciasrias Dominicas.
En 1919 las religiosas pidieron permisa al Obispo para hacer
una colecta y reparar la casa que estaba en ruinas.
Conociendo el interés el señor cura J. Refugio Solís habló
con el señor Obispo Emeterio Valverde quien a su vez se comunicó con el
Arzobispo José Mora del Río y autorizaron al padre Solís se comunicara con el
padre provincial de los Dominicos en México, Fray Domingo María Fernandez, para
que lo recomendara con las religiosas Terciarias Dominicas de California,
establecidas en México. Fue recibido por la reverenda Madre Teresa Meyer,
superiora en México quien escribió a su vez a la Madre General a los Estados
Unidos quien contestó a ines de noviembre de 1919, pidiendo a las beatas
sanmiguelenses enviaran a dos religiosas a alguna de sus dos casas establecids
en México a fin de que se enteraras de la regla y vida de la comunidad
dominica. Fueron enviadas entonces Sor María Francisca de Jesús y Sor María
Bernarda de Jesús Nazareno, llegando a la capital de la republica el 11 de
enero de 1922, siendo enviadas por la Madre Meyer al Colegio de Tlalpan en
donde permanecieon cuatro meses, regresando las sanmiguelenses completamente
sastisfechas a dar cuenta a sus compañeras locales.
El 15 de mayo de 1922 llegó a San Miguel la Madre Teresa
Meyer acompañada de la superiora del colegio de Tlalpan, la hermana Josefina
Veloz. Los tramites continuaron y la Madre General solicitó permisa de la Santa
Sede para realizar la incorporación a la Congregación del Santísimo Rosario de
Hermana Terciasrias Dominicas de California, USA.
El señor cutra J. Refugio Solís pidió a las beatas que lo
ayudaran para abrir una escuela parroquial en octubre de 1922.
En 1 de enero de enero de 1923 llegó la Madre Teresa Meyer
acompañada de
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