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Federico Hernández, el Jais





Por: Luis Felipe Rodríguez

Un contrato sin final.
Hace unos días, platicando con Federico Hernández el “Jais”, estuvimos acordándonos de aquel san Miguel que nos tocó vivir (ambos nacimos en 1952)  él vivía en lo que conocíamos, por las personas mayores, como Las Higueras que es la primera calle de la actual Hernández Macías. Y, arroyo de por medio, yo vivía en la incipiente colonia Guadalupe. Al cruzar el arroyo sobre la parte norte de la orilla del arroyo vivía la familia Goiricelaya. En la siguiente cuadra vivía el famoso Ferruco, don Alfredo García, hijo de don Evodio aquel constructor de las primeras estrellas que llevaban a la alborada los fabriqueños.

La plática duró no sé cuánto tiempo, pero nos hizo recordar nuestro San Miguel, así, nuestro San Miguel, porque era el tiempo en que ir de paseo los fines de semana era ir a la presa, al cerro; los más atrevidos, se arriesgaban a ir al fondo del Charco del Ingenio y nadar en ese estanque, se necesitaba ser verdaderamente osados y él lo era, para entrar en la cueva del Diablo o, como dije subir hasta la otra presa. pero por todo el tubo de la fábrica.
El drama de esta historia es que Federico es hijo del “Perende” todo un personaje hace sesenta años. Ya he comentado en otra ocasión y es una historia muy popular, la forma como uno de los mejores tríos de San Miguel fue contratado por una breve temporada para trabajar en Canadá y ese lapso no terminó nunca pues a ese pequeño contrato siguió otro y otro más. Sí, me refiero al trío de Los Compadres, formado por: Antonio Gómez el “Diácono”, Hilario Vázquez, el “Perende” y José Martínez, “Chichí” que tocaban en el Conjunto Allende, aceptaron el contrato y el destino les adicionó: el cambio.

Como la vida los trató tan cálidamente en aquellas gélidas tierras ya no volvieron más que de vez en cuando. La familia mexicana fue la que enfrentó el problema y empezó un drama más. Federico tenía 7 u 8 años cuando su mamá emigró a la Ciudad de México y no regresaría hasta que tenía 8 años más. Guitarra en brazos la rasguea un poco y los recuerdos cortan la naciente canción. Afloran los primeros recuerdos cuando empezó de garrotero en los Dragones de la Reina de don Luis de la Sota, junto a la presidencia. Su padre dejó buenas amistades así que la mayoría lo llamaba Perende, sólo don Dan Mojica, en la Terraza, le decía Vázquez.

La necesidad lo llevó a trabajar en el Patio, la Fragua, etc. en la Hostería del Parque, don Manuel Martínez le dio la oportunidad de amenizar en el bar y ahí confirmó el bohemio que lleva dentro. Sus hermanas Alma y Trini trabajaban en Bugambilia, en el portal Allende. De sus hermanos, Memo trabaja en la radiodifusora, Hilario, siguen viviendo en San Miguel el “Chilo” vive entre las estrellas pues le ha dado por la artisteada, lo lleva en la sangre. Y él y su hermano Eloy emigraron a los Estados Unidos. Goyo, como todos los jóvenes de ese tiempo, disfrutaba con el rock and roll y como era el tiempo de las gringas en el verano sanmiguelense intercalaban palabras típicas del inglés y así, cuando lo encontraba le decía: ¿qué jais? Y poco a poco los demás le empezaron a decir así. El Jais.
Sin terminar una sola canción recuerda los momentos tristes de su niñez, las cinturoneadas que le daba su mamá. Iba a la escuela de la fábrica, ´pero al regresar se brincaba por la huerta de don Luis Álvarez y, por encargo, se robaba algo de la fruta que se sembraba ahí: duraznos, chabacanos, membrillos, peras y nueces. También, por unos pesos, iba por biznagas de las que había por el lado de la presa desafiando la gravedad al caminar por todo el tubo de la fábrica hasta llegar a la presa grande.

Por fin termina una canción romántica y da prueba de su dominio sobre la guitarra, aunque justifica que debiera ser mejor si practicara diario, pero no se dedica a eso. Tiene más de 40 años viviendo en EEUU y su trabajo se relaciona con todo tipo de automóviles, por lo que conoce bien marcas y modelos. Su trabajo le ha permitido estar en muchas partes de la unión americana y buena parte de Canadá. En Latinoamérica ha vivido en Colombia, pero su sueño es viajar a Europa en plan de vacaciones.
Estuvo en San Miguel hace cuatro años. La última vez se decepcionó tanto de ver los cambios que hay que decidió regresar a los Ángeles, donde vive, aunque era el mismo 24 de diciembre y está ya divorciado. El fantasma del recuerdo lo regresa y comenta las fiestas pueblerinas que disfrutaba: la feria de San Miguel, instalada en la Plazuela de San Felipe que al crecer fue cambiada a la calle de Insurgentes, frente a la biblioteca. El sólo recuerdo de don Goyo, aquel encargado de la Ola, hace que se sienta en el estómago un ligero tirón al recordar aquel juego el que ayudaba a girar por unos cuantos pesos. Y como hablando para sí sigue diciendo: los caballitos, los cochecitos, levanta la voz y dice: la rueda de la fortuna ¡qué padre tiempo!
Las fiestas de entonces eran una suspensión de actividades, en la fiesta de San José del Obraje, junto a los campos de beis-bol, los campesinos llegaban con sus yuntas, hermosamente adornadas con los mejor de sus cocechas que eran su tributo al festejado y que después se repartía a los asistentes. Imposible de pasar por alto el recuerdo del parque y su andanzas huyendo de los huerteros; y cuando el tiempo se venía, el ver los grupos del parque, de la Aurora, del Puente de Guanajuato, del Valle del Maíz que después del convite llegaban muy “alumbrados” a seguir el festejo a aquel atrio cerril lleno de órganos de San Antonio en donde sólo tenía forma el maguellal de don Gabino Arteaga, surtidor de casi todas las pulquerías de entonces.

La fiesta del Valle del Maíz no pasa por alto, igual que las fiestas de San Juan de Dios, pero al recordar la festividad del mero mero patrón, San Miguelito, otra vez sube la voz para explotar así: las fiesta de ahora ya cambiaron demasiado. Y ¿los globos de cantoya?,  ¿dónde están aquellos buscapiés?, las tortugas, aquellos barcos que ponían colgadas a la pared de la presidencia o de la casa de Allende y que iban y venía en un hilo que les servía de guía. Se regresa en el tiempo un poco para recordar a dos personajes icónicos de la vida sanmiguelense. Don Antonino y sus Hortelanos y el pitito y la chirimía de don Inés ensayando en la colonia Guadalupe, frente a la casa de Nicolás Infante.
La pregunta obligada de los presentes es cómo les va con Trump. Su respuesta es contundente si quieres trabajar allá como disque trabajaste aquí, mejor regrésate, no es posible. Tienes que acostumbrarte, aprender a trabajar al ritmo de allá. Así nadie tiene problemas. Aquí los sueldos son miserables, sí, pero allá el trabajo es duro. Trabajas, te va bien. Yo me dedico mucho a la cocina: sé de cortes, pastas, comida china, etc. Mi abuelo me enseñó muchos secretos era don Lole Vázquez, aquel bigotón que trabajaba en el rastro.
En la plática le pregunto por mi primo, otra fichita como él, el “Chaquiras” y platica de sus aventuras en la estación de los ferrocarriles. Como él, se fue al norte y ya no regresó, ahora vive cerca de Fresno, en California. Suelta una carcajada y recuerda que uno de sus gustos era, ya en la tarde, con el pasto seco que había por la barda de la colonia Guadalupe, hacer lumbradas, después, al grito de tres, arrojar al fuego balas por lo que corrían desesperados por todos lados. En alguna ocasión le tocó pagar su atrevimiento pues una de calibre 22 le pegó cerca de la rodilla. Afortunadamente no llegó a mayores. Pero se lamente. Eso era atrevido, pero ahora no puedes andar seguro después de las doce de la noche porque corres riesgo.
El tiempo pasó volando y así volando se llevó nuestros pensamientos hasta aquellos lugares donde deben de dormir el sueño de los siglos los hechos del ayer. Cuando, al llegar la noche, el ritual era ir al portal de arriba y hacer fila para pedirle a la “Maistra” una orden de enchiladas o tacos, con su deliciosa pieza de pollo o una patita de puerco. O en la temporada correspondiente: un platito de tunas redondas. El fin de semana, si la economía lo permitía invitar a la novia o a la familia a Bugambilia o una nieve con don Wenceslao. Poco a poco las calles se van quedando en silencio. La banda municipal dejó de tocar hace un buen rato y las bancas del jardín se van quedando solas.

Pero no podíamos despedirnos nostálgicos de un amigo, así que el Jais nos cuenta de despedida una anécdota. Dice: “acabábamos de terminar un partido de esos llenos de pasión que nadie quiere perder, todos hicieron el mejor esfuerzo y al final, independientemente del resultado todos seguimos siendo tan amigos como siempre, pero merecemos un descanso así que el mejor lugar es la alberca redonda de Taboada. En dos por tres se llena y se empieza a relajar el cuerpo con esa bendita agua termal. Espera a que todos estén adentro y tomando un alicante que por el pasto descansa, así que sin el menor temor lo toma con ambas manos y se lanza con un grito a la alberca. Más tarda en entrar que el equipo en dejarlo solo, claro, en medio de un aguacero de recordatorios familiares.  

Comentarios

  1. Estimado cronista: Excelente relato, lleno de recuerdos, pero sobre todo, de vida emotiva que nos acerca a la esencia de San Miguel de Allende: su gente. ¿felicidades!

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HEBDOMADARIO

Hoy es el gran día en que San Miguel puede celebrar o seguir festejando el nombramiento de Ciudad Patrimonio Mundial alcanzado en la reunión de la Convención de la Unesco, celebrada en Quebec, hace 8 años y siguiendo los pasos de la capital del estado que 20 años antes habia alcanzado este derecho en la reunión de Brasil y si bien el 7 de julio fue aceptada la fecha oficial es diez de julio de 2008. Felicidades a quienes participaron en el largo proceso que significa el poder conseguir este nombramiento tan pretendido y sólo diez ciudades en toda la república mexicana lo tienen, solo diez. En el mundo global que nos tocó vivir las redes sociales y la información que se mueve por la autopista del internet nos rebasó desde hace mucho tiempo a muchos que, como yo, hemos rebasado loa docena de lustros, pero algunos estamos haciendo el esfuerzo por actualizarnos para no vivir en el pasado y tratar de comprender a nuestros hijos y nietos que viven aceleradamente el presente.

BIOGRAFIAS:

Romeo Tabuena, uno de los grandes pintores que han venido a radicar a San Miguel de Allende; a los 34 años de edad vino a México y al conocer la obra de los grandes muralistas mexicanos se quedó a radicar en nuestra ciudad. Aquí vivió con su esposa Nina, de origen noruego, su nombre completo era Romeo Villalba Tabuena  fue un pintor y grabador filipino que nació en la ciudad de Iloilo. Estudió arquitectura y pintura en Manila, Filipinas. También estudió en Nueva York y París. Sin embargo, conservó su nacionalidad filipina. Pintó el mural Filipiniana en la Embajada de Filipinas en Washington, DC En 1965, participó en la Octava Bienal de San Pablo arte como el artista filipina oficial y como el comisario de arte a partir de las Filipinas. El Museo de Arte de Honolulu mantiene su pintura Carabao, lo cual es típico de las pinturas animales del artista.           Tabuena aparece en Quién es quién en el arte americano, Internacional Quién es quién en el arte, y la Internaciona