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ENTRE LOS PARIENTES Y EL SOL...

 

Los que hoy  siembran entre lágrimas, mañana cosecharán entre gritos de alegría.

Salmo 126.

 

Entre los parientes y el sol...

 

 

-¿Diga?, ¿qué se le ofrece?

-Buenos días, quiero hablar con Pepe

-Voy a ver si está, espéreme.

Con el corazón brincándole en el pecho, don Pancho espera nervioso; conociendo a su primo teme que se niegue a recibirlo por eso dudó tanto en venir a verlo pero, impulsado por la necesidad, no encontró otra salida. Después de un buen rato de estar esperando, sabe que lo va a recibir porque la sirvienta ya no regresó. Efectivamente, limpiándose la boca todavía, como para expresar que fue interrumpido en el sacro espacio de la comida familiar, sale don José.  -¿qué pasó?, su voz delata molestia y prisa por terminar la entrevista.  -¿si supiste que se me quemó el puesto?, ¡claro! y ¿luego?,   -es que se me quemó toda la mercancía y…   -¿y qué?   –e-es que no tengo para pagarte lo que me mandaste,  -¿lo recibiste?,  -no pues sí,  -entonces, lo pagas ¿cuál es el problema? ¡ah que la…! Y con un portazo como despedida, desapareció.

Sus zapatos se han vuelto de plomo y no es capaz de moverlos. Cierto, es la respuesta que temía pero tenía la esperanza de que fuera… más humano y ¿qué se la perdonara?, bueno, ¿por qué no?, fue un pensamiento, así como el amor no conoce lógica el temor tampoco; la lucha se hizo. Con la cabeza hundida en el pecho empieza a caminar de regreso al mercado, dándole vueltas al carrusel de la tragedia que hace que le repita lo que ya sabe y es que no es un sueño, es… una pesadilla. El que haya otros locatarios en iguales condiciones no le soluciona nada. Cada uno vive su propia muerte. En casa le esperan muchas bocas que alimentar. Aprieta los puños como para decir: yo quiero, yo puedo trabajar pero ¿dónde?, ¿con qué?, ¿cómo va a pagar lo que le trajeron?, ¡todo se quemó!, ¡no quedó, nada, pero se debe, todo!

Tres días después vuelve a tocar la puerta y recibir la misma respuesta de la sirvienta quien desaparece cerrándola. Con más molestia que la primera vez, don José le dice:    -¿y ahora, qué traes?, ¿ya me vienes a pagar? pregunta con humillante ironía,   -no pues ¿con qué?.  -¿y entonces?,  -no, es que quiero que me des la firma para pedir un préstamo en el banco,  -¿y echar eso de ribete? no puedo, tengo la firma ocupada; estoy pagando un préstamo también ¿tú crees que a mí me regalan la mercancía?,  -no, ya sé, pero yo no quiero un préstamo grande, sólo quiero tener qué vender si no ¿de dónde voy a pagar? no creo que te lo nieguen, no quiero mucho, ¡por favor!. La pausa hace que don Pancho genere en su mente, otra vez, una esperanza y…    al fin escucha lo que esperaba:  –bueno, al rato ve con el señor Shoup y pregúntale que, si alcanzo, estoy de acuerdo. Yo le hablo en la tarde, ahorita hay mucha gente.

Se confirma que la razón no es compatible con la necesidad porque, en lugar de regresarse al mercado, inmediatamente da vuelta en la calle de Hidalgo y, presuroso se dirige al banco. Para su mala suerte ya hay mucha gente. Busca ser atendido por Chavo Serrano quien ya lo conoce y espera eso le facilite el trámite necesario. Es tanta la gente que, contra su esperanza, comprende que no tiene alternativa, además, aunque tarde, su cerebro le repite las últimas palabras de su primo: “…yo le hablo en la tarde, ahorita hay mucha gente”. No importaría que perdiera tiempo pues nada tiene que hacer en la tienda donde sólo quedaron fierros tiznados por el fuego. Todo se perdió. ¿hasta… la esperanza?

Solo entre la gente; como autómata, se sale de la fila; la señora que le sigue en el turno lo sigue con la vista y ocupa su lugar al ver que se dirige hacia la puerta de la calle. Al pasar por el escritorio del gerente, éste, parado cerca de la puerta le pregunta  -¿ya lo atendieron?,  -no, contesta triste, quería hablar con el señor Serrano pero está muy ocupado, vuelvo más tarde.  –tome asiento, por favor ¿qué se le ofrece? Dice esto mientras se dirige a su sillón pero, antes de que pueda exponerle su problema, suena el teléfono y, con la mano le indica a don Pancho que espere un momento para atender la llamada. -¿Bueno?, ah señor Téllez, ¿dígame? ¿en qué puedo servirle?, sí claro, estoy a sus órdenes… bueno… sí… entonces ¿le digo que usted tiene el crédito ocupado?, si, cómo no. Gusto de saludarlo. Qué tenga buen día. Al acabar de colgar, don Pancho, abatido, cierra los ojos y se incorpora de la silla sintiendo que la cabeza le estalla de repente. El gerente, extrañado, lo cuestiona:  –permítame, sólo estaba atendiendo esa llamada, dígame, ¿en qué puedo servirle?,  -no señor, ya no.  –ya no ¿qué?, insiste como buen banquero;  –mire, yo vine a solicitar un préstamo porque se me quemó mi puesto y mi primo me iba a dar la firma, pero… escuché la llamada y sé lo que me va a contestar; muchas gracias de todos modos. -¿cómo?, pregunta extrañado, ¿don José Téllez es… su primo?,  -sí señor.  –si no me lo dice, no se lo creo ¡qué barbaridad!, pero, bueno ¿usted quiere un préstamo?,     -sí, pero ya no tengo aval.  –bueno, más bien nunca lo tuvo. Mire, usted es cliente del banco, ¡no necesita aval! o ¿cuánto dinero quiere?,  -quinientos pesos, señor.  –no hombre por esa cantidad no necesita aval, pero ¿es suficiente para lo que necesita?,  -sí, sólo necesito surtirme para vender y poder pagar lo que debo. Don Pancho no acepta incrementar el préstamo y el gerente, llamando a Chavo, le indica que realice el trámite necesario y que le entregue la cantidad total sin deducirle los intereses por anticipado, como es el procedimiento. El iluminado rostro de don Pancho es incapaz de mostrar su agradecimiento. De suyo atento, aprieta con fuerza la mano del gerente al tiempo que le dice: -¡no sabe, cómo se lo agradezco!, muchas, muchas gracias.

Cuando Dios da, da a manos llenas. Cuando regresa al mercado llega a saludarlo Higinio, el que era comandante de policía y le dice:  -oye Pancho ya sé lo que te pasó. Mira, yo tengo un local que no utilizo, ocúpalo, no hay problema. Ojalá pueda servirte. Días después, mientras levantaba con madera el puesto cedido, llega don Pancho Redondo y le dice:  -mira, yo no tengo toda la mercancía que vendes pero, de lo que yo tengo, pídeme lo que necesites,  –gracias don Pancho pero, ¿cómo se la pagaría?, ay será para más adelante.   –No hombre de Dios, llévatela, y ¡págamela como puedas!, yo sé que tú eres un hombre de ley.

Los días pasaron y los clientes también pasaron a Los Panchos. El préstamo se pagó anticipadamente y cuando dio el último abono habló con el señor Shoup y le dijo:    -Señor, sólo vengo a agradecerle lo del préstamo, lo acabo de liquidar.  –y ahora ¿cuánto va a querer? le pregunta muy atento el Sr. Shoup,  -no, cómo cree, no puedo endrogarme más, sólo Dios y yo sabemos cómo le hice para pagar todo.  –Por eso, porque usted es un hombre de trabajo pero necesita dinero para poder capitalizarse. Le voy a prestar… diez mil pesos, ¿qué le parece?.  –No, cómo cree, cómo se los pagaría.  –Como éste, igual; trabajando. Si ya se sentía ligero por haber liquidado aquel empréstito, ahora se sentía aplastado por la enorme oferta que le hacía. Sí, ciertamente era una oportunidad que ni en sueños había tenido, pero, responsabilidades con el banco eran muy peligrosas.  –¿Qué me dice?  –insistió-, ¿qué le hagan los papeles?. Yo trabajo en esto, si usted piensa en pequeño, pequeño será. Piense en grande, usted puede.  –No sé qué decirle.  –Dígame que sí.

Con el nuevo préstamo pudo comprar con proveedores mayoristas y la tienda fue insuficiente. Su casa no sólo fue un hogar feliz porque había trabajo sino fue también bodega. Sí, el trabajo se multiplicó, pero aquellas bocas que con tanto sacrificio había alimentado hoy eran brazos que contribuyeron a empujar el sueño de acrecentar ese horizonte que está tan cerca como nuestra voluntad. Dice el refrán: Dios aprieta, pero no ahorca. Don Pancho nunca rehuyó la responsabili
dad que tenía con su familia y, sabiendo que el perdón es un regalo mayor para el que lo otorga que para el que lo recibe no guardó rencor contra aquel pariente que se negó a apoyarlo. No pedía regalos sino trabajo y tiempo y el Señor le dio más de lo que le pedía, le dio vida y alegría, amor y reconocimiento. Hoy, su legado, más que unas paredes o un capital, son: el ejemplo de que el trabajo honrado lo puede todo y, sobre todo, un apellido limpio y respetado.

Papá:

En esta Navidad he buscado algo especial para ti que eres un padre muy especial, no lo encontré. Me puse entonces a pensar ¿por qué pienso que eres muy especial? y encontré en tu pasado que la vida te tumbó muchas veces y, en cada una de ellas, ¡te levantaste! Ahora entiendo por qué, cuando he tenido reveces en mi vida, conociendo que llevaba tu sangre pensaba que debía encontrar el ánimo para enfrentar lo que fuera, gracias por ese ejemplo y por siempre. Tu historia me hace estar segura que eres un padre ejemplar y entonces quise darte estas letras y regalarte con ellas mi admiración y decirte que me siento muy orgullosa de ser la hija del padre más chingón.

Chiqui

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HEBDOMADARIO

Hoy es el gran día en que San Miguel puede celebrar o seguir festejando el nombramiento de Ciudad Patrimonio Mundial alcanzado en la reunión de la Convención de la Unesco, celebrada en Quebec, hace 8 años y siguiendo los pasos de la capital del estado que 20 años antes habia alcanzado este derecho en la reunión de Brasil y si bien el 7 de julio fue aceptada la fecha oficial es diez de julio de 2008. Felicidades a quienes participaron en el largo proceso que significa el poder conseguir este nombramiento tan pretendido y sólo diez ciudades en toda la república mexicana lo tienen, solo diez. En el mundo global que nos tocó vivir las redes sociales y la información que se mueve por la autopista del internet nos rebasó desde hace mucho tiempo a muchos que, como yo, hemos rebasado loa docena de lustros, pero algunos estamos haciendo el esfuerzo por actualizarnos para no vivir en el pasado y tratar de comprender a nuestros hijos y nietos que viven aceleradamente el presente.

BIOGRAFIAS:

Romeo Tabuena, uno de los grandes pintores que han venido a radicar a San Miguel de Allende; a los 34 años de edad vino a México y al conocer la obra de los grandes muralistas mexicanos se quedó a radicar en nuestra ciudad. Aquí vivió con su esposa Nina, de origen noruego, su nombre completo era Romeo Villalba Tabuena  fue un pintor y grabador filipino que nació en la ciudad de Iloilo. Estudió arquitectura y pintura en Manila, Filipinas. También estudió en Nueva York y París. Sin embargo, conservó su nacionalidad filipina. Pintó el mural Filipiniana en la Embajada de Filipinas en Washington, DC En 1965, participó en la Octava Bienal de San Pablo arte como el artista filipina oficial y como el comisario de arte a partir de las Filipinas. El Museo de Arte de Honolulu mantiene su pintura Carabao, lo cual es típico de las pinturas animales del artista.           Tabuena aparece en Quién es quién en el arte americano, Internacional Quién es quién en el arte, y la Internaciona